Capítulo 4
Los medios se volvieron locos y Lali
terminó agradeciendo haber escapado de todo aquello. Nadie podía acercarse a la
mansión sin su permiso expreso.
Excepto su padre. Cuando se le permitió
hablar con él, lo encontró molesto, confuso y dolido. No podía creer que ella,
de entre todas las personas, fuera capaz de interponerse entre Bianca y su
prometido. Se sentía decepcionado.
—¿Qué va a decir tu madre de esto, Lali?
Matthew, por el contrario, por fin había hecho algo para ganarse el respeto de
su padre porque, aparentemente, se había llevado a Bianca lejos de Milán antes
de que el escándalo llegara a los medios.
Sin embargo, el padre de Lali no sabía
nada de su hijo ni tampoco conocía el lugar adonde habían ido. Y lo más
importante: no tenía ni idea de que Matthew había vaciado la cuenta familiar.
—Un error —le había dicho—. Que el banco
arregló al día siguiente.
Incluso Peter hizo todo lo posible por
ganarse la reticente confianza del padre de la joven, disculpándose
inmediatamente por el disgusto ocasionado. Además, prometió ayudar a reflotar
la empresa.
Lali era la única a la que su padre no
perdonaba y aquella comparación con su madre lo delataba. No obstante, estaría
presente el día de la boda para entregarla a Peter. Su futuro esposo así lo
esperaba.
«El bueno de Peter…», pensó la joven con
amargura.
En cuanto a los Moreno, se pasaron un
día entero hablando con la prensa y les dijeron que una amiga de su pobre hija
se había fugado con el novio.
—Soy una rompe-matrimonios —le informó a
la fuente de sus calamidades por teléfono, deambulando de un lado a otro
delante del escritorio.
Él se había marchado tres días antes y
no parecía tener intención de volver.
—Matthew es el caballero blanco y Bianca
es la pobre damisela ultrajada a la que ha salvado. Y tú eres el vivo ejemplo
de lo que es un hombre, según los hombres. ¡Lo bastante valiente como para
reconocer tu error al elegir esposa y lo bastante arrogante como para cambiarla
por la que querías en realidad!
Él se echó a reír. Lali hubiera querido
golpearle con todas sus fuerzas, pero no estaba allí. ¿Y qué sentido hubiera
tenido hacerlo de haber estado? Ella iba a seguir siendo todas las cosas
horribles que la gente decía de ella.
—Cuando me dijiste que yo pagaría las
consecuencias, lo decías muy en serio —susurró.
—En cuanto se calme el revuelo, te
convertirás en la envidia de todas las mujeres; créeme.
—¿Porque he tenido la buena fortuna de
atraparte? Bueno, yo no me siento afortunada; me siento utilizada. ¡Así que si
esperas que firme este contrato pre-matrimonial que me han enviado tus
abogados, vete al infierno, Peter, porque no voy a firmar nada! —le colgó el
teléfono.
Él llegó a la mansión una hora después. Lali
estaba en su habitación. Era una hermosa suite con vistas al lago y un balcón
al que ella no se atrevía a salir a causa de las miles de cámaras que apuntaban
a las ventanas desde los botes amarrados en el embarcadero.
Acurrucada en el sofá, leía un libro
cuyas palabras pasaban desapercibidas.
—Vete —le dijo sin siquiera mirarlo. Él
arrojó el contrato sobre su regazo.
—Firma —le dijo.
Lali lo ignoró. Llevaba una corta falda
azul y un top color limón. Los rayos de luz que entraban por la ventana
prendían en llamas su rebelde melena. No llevaba maquillaje ni tampoco zapatos.
Y si algún hombre estaba acostumbrado a ver mujeres arregladas y radiantes, ése
era Juan Pedro Genovese Marcelo De Lanzani.
Una impresionante pluma aterrizó sobre
los papeles.
—Firma —repitió.
Sin dejar de juguetear con un tirabuzón
de pelo, Lali contrajo la expresión con un gesto testarudo.
Él suspiró con impaciencia y se alejó de
ella.
De pronto Lali oyó el suave roce de la
ropa y miró hacia él. La chaqueta de un traje color gris había aterrizado sobre
el respaldo de una silla y ya se estaba aflojando la corbata.
A Lali se le contrajo el estómago.
Peter hablaba muy en serio. Su mirada
decidida así lo decía.
Él volvió a su lado, miró a su
alrededor, acercó una hermosa silla azul con brocados y se sentó en ella.
—Escucha —dijo, apoyando los codos en
las rodillas—. No puedo casarme contigo a menos que firmes el contrato
prematrimonial.
—Qué pena —dijo Lali, impasible—. Porque
no estoy de acuerdo con él.
Él contuvo el aliento.
—Es sólo un trámite de negocios —dijo,
dominando la voz—. Soy el dueño de un prestigioso banco y valgo más que la
fortuna de un rey. Si no firmas esto mis accionistas perderán su confianza en
mí y pensarán que soy demasiado débil.
—Entonces no se lo digas —dijo la joven.
—Lo averiguarán. Estas cosas siempre se
saben al final. A ti te llamarán cazafortunas y a mí me tomarán por tonto.
—Entonces seré una rompe-matrimonios
cazafortunas —se encogió de hombros—. ¿Qué más me da que me pongan otra
etiqueta si ya tengo muchas?
Peter le arrebató el libro y lo tiró a
un lado. A continuación tomó la pluma y la sostuvo frente a ella.
—Firma.
Lali miró el bolígrafo, pero no lo tomó
en sus manos.
—Por favor.
Ella soltó el aliento.
—Quita la cláusula que se refiere a
quién se lleva los niños en caso de divorcio.
Sin decir ni una palabra, Peter agarró
el contrato. Tachó las líneas en cuestión, y firmó con trazos elegantes y
estilizados.
—Y ahora haz lo mismo con la parte que
se refiere a la suma que heredaré —susurró.
—No.
—O lo tomas o lo dejas —le advirtió Lali.
—Entonces lo dejo —se puso en pie y se
llevó el contrato—. El matrimonio no se celebrará. Tiene una hora para recoger
sus cosas y salir de mi casa, señorita Espósito —le dijo—. Siga mi consejo y
salga por la puerta del servicio si no quiere verse acorralada por la prensa.
Oh, y no olvide decirle a su padre que me debe cinco millones y medio de
libras, y otros cinco al banco.
Agarró la chaqueta y se dirigió a la
puerta.
Lali se puso en pie de un salto.
—¡De acuerdo, firmaré! —gritó, furiosa
consigo misma por haber dejado que las cosas llegaran tan lejos.
El se detuvo y dio media vuelta con la
misma elegancia de siempre. Su rostro no revelaba más que autoridad, fría e
imperturbable. Volvió junto a ella, dejó la chaqueta en el respaldo de la silla
y le entregó la pluma y el contrato, sin decir ni una palabra.
Lali giró sobre sí misma, se apoyó en
una pequeña mesa que había junto a la ventana, firmó el documento y se lo
devolvió.
Él los dejó en el suelo y Lali terminó
en sus brazos antes de que pudiera reaccionar. Un beso ardiente le abrasó los
labios y sofocó una exclamación. Muy a lo lejos podía escuchar los atronadores
latidos de su acelerado corazón y sentía la avidez con que la besaba; la
tensión que endurecía sus fornidos músculos… Con una mano le sujetaba la cabeza
mientras que la otra se cerraba como un cepo alrededor del muslo de Lali,
apretándola contra él.
Ella, que nunca antes había
experimentado el apogeo de pasión de un hombre, sucumbió a aquel derrame de
deseo. Él la colmó de besos hasta hacerla gemir y dejó que notara el poder
creciente de su constitución masculina. Al verla temblar masculló algo y,
tomándola en brazos, la llevó al dormitorio.
—No… —dijo ella con la voz ahogada
cuando la acostó en la cama.
Parecía que iba a seguir adelante, pero
no fue así. Se quedó allí de pie, observándola, haciéndola sentir pequeña,
débil y vulnerable mientras le acariciaba los pechos con la mirada.
Entonces la miró a los ojos una vez más
y reparó en su boca.
—Ya me debe tres euros menos, señorita Espósito
—le dijo con frialdad. Dio media vuelta, recogió el contrato, la pluma y la
chaqueta, y dejó la habitación.
Lali se hizo un ovillo en la cama e
intentó comprender lo que estaba ocurriendo en su interior; trató de entender
por qué se había excitado tanto al verle perder el control.
El helicóptero que la llevaría al lugar
de la ceremonia llegó por fin. Blanco y brillante, el vehículo aterrizó en la
zona de césped que se extendía delante del lago. Esa misma mañana un
prestigioso diseñador de Milán le había llevado el vestido de novia.
Aquel hombre era la primera persona a la
que Lali había visto en una semana, aparte de Peter y del personal de la casa.
Sabía que su padre estaba en Italia porque había hablado con él por teléfono y
también sabía que Peter no debía de estar muy lejos porque un helicóptero
distinto con el logo de De Lanzani en la cola sobrevolaba la mansión dos veces
al día.
Emocionada y risueña, una sirvienta le
había dicho que aún seguía en el ojo del huracán mediático, pero Lali sólo
podía pensar en cómo sobrevivir cuando tuviera que salir de su refugio.
El traje no se parecía en nada al de
Bianca, lo cual era un gran alivio. El diseño, que recordaba a los trajes de
las vestales griegas, era espectacular. No sabía cómo se las había ingeniado el
diseñador para acertar con la talla, pero tampoco se atrevía a preguntar. El
vaporoso tejido de seda blanca resallaba sus sensuales curvas.
—No se muerda el labio inferior,
signorina —le advirtió el diseñador—. Sus labios volverán loco a Juan Pedro tal
y como están. No tiene que aumentarles el volumen.
Lali dejó de hacerlo y contempló su
sedosa melena. Carla, la sirvienta risueña, le había arreglado el pelo y
aplicado un maquillaje sutil y discreto que la hacía parecer…
—Ahora entiendo por qué se arriesgó
tanto para reemplazar a la bella Bianca.
—No, por favor —contestó Lali con la voz
entrecortada.
No iba a permitir que nadie se burlara
de su amiga, a la que tanto echaba de menos. Quería hablar con ella, averiguar
por qué había huido con Matthew, saber si aprobaba lo que estaba a punto de
hacer, porque de no ser así…
Lali tragó con dificultad y sintió el
picor de las lágrimas en los ojos. Llamaron a la puerta.
Era Luis, el mayordomo.
—Es hora de irse, signorina.
Su padre la esperaba en la iglesia.
Parecía mucho más joven que cuando lo había dejado en Sussex, dos semanas
antes, y el ceño de la preocupación había desaparecido de su rostro. Sin
embargo, la fría decepción que había en sus ojos hizo que Lali sintiera ganas
de llorar.
—Estás preciosa —le dijo—. Como tu
madre.
—Como mi madre —repitió Lali con
tristeza mientras recibía un frío beso en la mejilla.
Él la condujo al interior de la iglesia
repleta de curiosos. Una ola de murmullos la siguió hasta el altar, donde la
esperaba aquel hombre alto y serio que le había tendido una trampa.
Peter llevaba un traje gris, tan formal
como el de su padre y también como el del hombre que estaba a su lado; un
rostro extrañamente familiar…
Cómo echaba de menos a Bianca. Ella
tendría que haber estado ahí el día de su boda. Lo único que quería en ese
momento era detenerse, volverse hacia su padre y pedirle perdón; suplicar que
la perdonara por haber hecho lo que su madre había hecho diez años antes.
La cazafortunas, la rompe-matrimonios
egoísta… Peter se volvió hacia ella y su grave expresión la atrajo hacia él
como un imán irresistible.
Su padre le ofreció la mano de su hija.
Él la aceptó y sus dedos se cerraron sobre la mano temblorosa de la joven.
Después procedieron con el ritual
tradicional y envueltos en un halo de solemnidad, se dejaron llevar por el
ritmo mayestático del latín que finalmente los unió como marido y mujer.
Peter selló el enlace con un beso,
hiriente y doloroso.
«Cuatro euros…», pensó Lali cuando Peter
se apartó de ella. «Me va a llevar toda una vida pagarle todo lo que le debo…»
Como si supiera lo que estaba pensando,
él sonrió con arrogancia y burla.
Salieron al sol de la mañana y un caos
de sonidos inundó sus oídos. Los flashes de las cámaras centelleaban y el
corazón de Lali comenzó a palpitar sin ton ni son. Peter la atrajo hacia sí.
Dos filas de escoltas vestidos de negro formaron una barrera de seguridad para
mantener a raya a los curiosos. Peter la condujo a toda prisa hasta la limusina
y no la soltó hasta verla segura dentro del vehículo.
El coche salió a toda prisa en cuanto él
se sentó a su lado y entonces se hizo el silencio. Todo había terminado. Lo
había hecho. Se había casado con el prometido de su mejor amiga. El aire
escapaba de su pecho con la intención de no volver.
—Entonces sí recuerdas cómo respirar —le
dijo Peter con sarcasmo.
Lali permaneció callada y se miró la
mano. Un anillo de oro tradicional adornaba su dedo anular, y él llevaba otro
exactamente igual. Nunca había pensado que él decidiría llevar anillo y se
había llevado una gran sorpresa al verse obligada a ponérselo durante la
ceremonia.
Debían de ser los mismos anillos que
había comprado para la boda con Bianca.
—No soy tan insensible —le dijo él de
repente, como si pudiera leerle la mente.
—Por lo menos el vestido es mío.
Ella notó el impacto de su afilada
mirada; la tensión que abigarraba sus músculos poderosos.
—¿No te gusta el vestido?
¿Acaso estaba ciego?
—Me encanta. Es el más hermoso y
romántico que he visto en toda mi vida.
—Y estás preciosa con él, bellissima.
Cuando te vieron aparecer en la iglesia, a nadie le quedó la más mínima duda
sobre mi elección.
—Otro tanto que apuntarte, ¿no? —levantó
la barbilla y lo miró por primera vez desde aquel beso crucial, pero se vio
obligada a bajar la vista de inmediato. Él era dolorosamente perfecto; un
auténtico príncipe que no era para ella—. Bueno… —le dijo con una amarga
sonrisa—. Si esperas que te dé la enhorabuena estás perdiendo tu tiempo.
—Te sientes traicionada.
Lali soltó un suspiro de cansancio.
—Le he hecho daño a mi padre. Lo he
decepcionado.
—Y ahora corres el peligro de
decepcionarme a mí también.
No fueron las palabras, sino la forma de
decirlo, lo que hizo volverse a Lali. Una rabia feroz empezaba a transfigurar
el rostro de Peter.
—Hicimos un trato —le recordó con
seriedad—. Un trato por el que estamos obligados a cumplir con lo único que
puede hacer que este matrimonio funcione.
Lali contuvo la respiración y abrió los
labios, dispuesta a arremeter con todas sus armas verbales, pero él le puso dos
dedos sobre la boca.
—Ten cuidado, la mía moglie bella, no
vayas a meterte en problemas con esa lengua rebelde que tienes —le advirtió—.
Tu padre lo olvidará todo cuando vea los beneficios que le dará este enlace. Y
tú también lo olvidarás todo en cuanto pueda meterte en mi cama. Y… —prosiguió
en un tono velado—. Yo lo olvidaré todo cuando dejes de sentir pena por ti
misma y recuerdes quién eres ahora, signara De Lanzani. Porque ese nombre le
convierte en mi esposa, mi amante, la futura madre de mis hijos y guardiana del
buen nombre de los De Lanzani.
Lali se llevó una gran sorpresa al oír
sus palabras. En algún momento había logrado tocarle la fibra más sensible. ¡Y
ella pensaba que no había tal cosa en su interior!
Levantó la mano y apartó los dedos que
le tapaban la boca.
—Eso ha estado muy bien. Fulminante,
arrogante, digno de un dios. Desde luego tendrías que haberme puesto en mi
mugriento lugar.
—¿Pero no ha sido así? —le preguntó,
arqueando una ceja.
Lali sacudió la cabeza, consciente de la
errática pauta que seguía el latido de su corazón. No se había dado cuenta,
pero todavía seguía aferrada a su mano.
—Sigues siendo el hombre que me
chantajeó por orgullo y yo sigo siendo la mujer a la que pagaste para conservar
tu orgullo.
—¿Crees que no hay mujeres ahí fuera que
harían lo que fuera por estar en tu lugar?
—Imagino que hay cientos —le dijo ella
con frialdad—. ¿Pero no me dijiste que no te molestabas en buscar?
—Muy lista —sonrió y tiró de ella.
Lali aterrizó en un remolino de seda
blanca sobre el pecho de Peter y apenas tuvo tiempo de respirar cuando recibió
la ardiente embestida de sus besos.
Aquel arrebato de pasión la dejó mareada
y aturdida, y sus labios hinchados apenas pudieron soportar la caricia burlona
de los dedos de Peter.
—Como ves —susurró—. No necesito buscar.
Al ver que había sucumbido a sus besos
sin poner la más mínima resistencia, Lali sintió desprecio por sí misma y se
apartó de él de inmediato. La palidez de su rostro reflejaba el tumulto de sus
emociones. Tenía el vestido arrugado y mientras trataba de arreglarlo, sintió
el calor abrasador de la mirada de Peter que la observaba con gesto burlón.
—Ya le lo advertí, cara. Yo tengo más
experiencia que tú en estos juegos. Sé más sensata y deja de desafiarme.
La limusina aminoró y Lali miró por la
ventanilla. Habían regresado a la mansión. La joven se llevó una gran sorpresa
al ver que había otra forma de acceder a la finca.
Las pesadas puertas de hierro se
abrieron lentamente y el coche avanzó por los vastos jardines hasta detenerse
delante de un pórtico lateral.
Durante su estancia en la casa Lali se
no se había atrevido a salir al exterior por miedo a ser fotografiada por los
medios. Sin embargo, al bajar del vehículo se dio cuenta de que el lago ya no
estaba. Una enorme pared de lienzo blanco protegía la mansión de las miradas
curiosas.
Desde ese momento Lali se dejó intimidar
por aquel fabuloso derroche al estilo más cinematográfico. Si Bianca hubiera
estado allí, habría sabido estar a la altura de las circunstancias; el radiante
centro de todas las miradas. Lali, en cambio, habría sido más feliz pasando
desapercibida, tal y como le gustaba hacer.
Pero tal y como estaban las cosas, no
podía diluirse en el entorno. Tenía que figurar junto a su marido y darles la
bienvenida a los invitados.
Los invitados de él… La boda de él…
Ninguno de sus amigos había sido invitado, y el único miembro de su familia que
estaba allí era su padre, que la había abrazado con frialdad a su llegada; la
mirada decepcionada todavía en sus ojos.
Él sólo veía a una mujer como su madre y
no había ni un atisbo de perdón en su expresión. Su mejor aliado la había
abandonado…
Lali apenas pudo contener las lágrimas
al verle dar media vuelta y alejarse.
—Cuéntame de qué se trata —le dijo el
hombre que estaba a su lado.
Lali sacudió la cabeza y se tragó las
lágrimas. Un hombre como Peter jamás entendería lo que era soportar el peso del
desprecio de alguien a quien amas.
Habían pasado muchos años desde el
abandono de su madre, pero Lali siempre se había esforzado por no seguir su
ejemplo. Sin embargo, en ese preciso instante, vestida con aquel traje de
princesa, rechazada por la única persona en la que tendría que haberse apoyado
en busca de consuelo, no pudo sino preguntarse si había valido la pena pasarse
la vida buscando la aprobación de su padre.
El goteo de flamantes invitados no
cesaba. Lali sonreía y soportaba las frías miradas curiosas, los comentarios
educados y los que no lo eran tanto… Un dolor agudo atenazaba su pecho, pero su
rostro guardaba la compostura. Peter no se separaba de ella ni un milímetro y
le rodeaba la cintura con el brazo.
Finalmente los invitados empezaron a
dispersarse. Como él no la soltaba, nadie pudo hablar con ellos por separado.
Estaba decidido a hacer un frente común y los jocosos comentarios de sus
amistades más allegadas no consiguieron separarlo de ella.
El banquete resultó ser un suculento
bufé, pero Lali apenas probó bocado. Con la copa de champán casi intacta
soportó los irónicos comentarios del padrino con la vista baja.
Él, por el contrario, no perdía la
sonrisa plástica. Nada lo conmovía. Sus nervios de acero no registraban emoción
alguna. Sin embargo, a través del leve roce de sus dedos sobre la cintura, Lali
sabía que un volcán hacía erupción en su interior de vez en cuando, sobre todo
cuando oían murmullos sofocados que hablaban de la desaparición de Bianca.
¿A qué se debía tal reacción? ¿Era dolor
o rabia? Cuando la joven miraba su rostro, no había nada en él.
Cada vez que localizaba a su padre entre
la multitud, sentía deseos de preguntarle por Matthew, pero entonces Peter se
la llevaba al extremo opuesto del salón.
La agónica tarde transcurría lentamente
y la sonrisa de Lali comenzaba a fallar. Sin embargo, Peter le dio la excusa
perfecta para escapar de todo aquello cuando le dijo que fuera a cambiarse de
vestido.
La joven sintió tanto alivio al huir del
tumulto que ni siquiera se molestó en preguntarle por qué debía cambiarse de
ropa, y no salió de dudas hasta encontrarse con Carla, que la esperaba en el
dormitorio.
—Es una pena que tenga que quitarse el
vestido —le dijo la agradable sirvienta mientras la ayudaba a desvestirse—.
Pero las maletas ya están hechas y debe de ser tan emocionante y romántico
marcharse con el signor a un destino secreto en su luna de miel…
Hola Hola:) me alegra que les guste la nove pero aclaro no es mi es una adaptacion♥ y diganme quien quiere que le avise cuando suba buen dia para todos♥
10 firmas y mas:)
Pobrecita lali . Que frio es peter espero que en la luna de miel muestre un poco de humanidad y cariño . MAS NOVE!!
ResponderEliminarQ buen cap,ojalá ella fuera feliz en lugar de vivir con culpa y rencor!No es su culpa por más q todos piensen así y debe aprovechar eso q siente por él y cautivarlo!
ResponderEliminarMe encanta mas!!!
ResponderEliminarmassssssssssssssssssssssssssmassssssssssssssssssmassssssssssssnovemasssssssssss
ResponderEliminarmass
ResponderEliminarporfa mas
ResponderEliminarsube mas pliss
ResponderEliminarmas
ResponderEliminarnovee
ResponderEliminarMAS ME ENCANTA
ResponderEliminarotro masssss me encanta esta nove
ResponderEliminarPeter la ha tomado con Lali,y la pobre es una culposa,x todos.
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