domingo, 19 de agosto de 2012

cap 8

Espero que esten disfrutando su dia yo bueno lali no me mando un beso jaja pero victor drija el de somos tu y yo si asi que estoy feliz si hay 15 firmas les subo otro sino mañana besos a todos

Capítulo 8



A la mañana siguiente, Lali se despertó con una vaga sensación de expectación. Se quedó unos minutos en la cama, sonriendo al imaginarse a Peter cuando le llevara el desayuno. ¿Se lo serviría en la cama? No le agradaba depender de ella, se lo había dicho con toda claridad, pero no tenía otra opción. No podía arreglárselas solo y, además, no era algo tan grave. Le resultaría divertido irritarlo así; sería una pequeña venganza por la forma en que la había tratado.



Se levantó y se puso su traje de baño y encima una camiseta; luego se recogió el cabello y se dispuso a iniciar el día. Cuando terminó de desayunar, se preparó para enfrentarse a Peter. Se sentía deseosa de verlo y, al mismo tiempo, cohibida. Rió al pensar en ello; estaba acostumbrada a enfrentarse a situaciones más serias, que prepararle el desayuno a un vecino.



Rodeó el muro de piedra para llegar a la casa de Peter y abrió la puerta de alambre; la de madera se había quedado abierta durante la noche. Preguntándose si él se encontraría bien, entró en la cocina. ¿Le prepararía un tazón de cereal, o huevos con jamón? Tal vez lo último, pues necesitaría mucha energía para recuperarse.



Decidió preguntarle cómo prefería el desayuno y si quería tomarlo en la cama. Se detuvo en la puerta de la sala y se sorprendió al ver que Peter seguía dormido. Vaciló, no sabía si despertarlo o dejarlo dormir; pensó que esto último tal vez sería lo mejor. Vio la ropa amontonada en el suelo, a un lado de la cama; de inmediato supuso que no debía de llevar nada puesto debajo de la sábana que lo cubría hasta la cintura. Su respiración era uniforme y en el costado izquierdo tenía una magulladura.



Necesitaba afeitarse y, de pronto, Lali ansió acariciar sus ásperas mejillas. Cerró los puños para resistir la tentación.



—¿Ya ha amanecido, o estoy soñando?



Lali lo miró a la cara; él la observaba con una leve sonrisa.



—Ya ha amanecido —respondió—. He venido porque ya es hora de desayunar.



—No he preparado nada —sonrió burlón.



—Lo sé —ella sonrió a su vez—, pero yo puedo hacerlo, sólo que no sabía si prefieres cereales o un desayuno más sustancioso.

—¿Huevos con jamón? —Peter se sentó y la sábana se deslizó peligrosamente por debajo de su cintura.



Lali contuvo el aliento. Debía irse de allí, lo sabía, pero no podía apartar la vista de él. Estaba bronceado hasta la línea del traje de baño; pudo ver una franja más pálida y comprendió que estaba completamente desnudo debajo de la sábana. Al mirarlo a los ojos, advirtió su expresión burlona.



—Te prepararé unos huevos con jamón. No tardaré —se dio la vuelta para escapar antes de que pudiera cometer un disparate, pero la voz de él la detuvo.





—Si no te importa, por favor, espera unos minutos. Necesito una ducha.



—¿Vas a subir por la escalera? —preguntó ella, volviéndose para mirarlo.



—En este piso no hay ducha. Además, hoy me siento mejor.



—Creo que no deberías mojarte —le indicó ella.



—¿Te sientes «mamá gallina»? La envolveré en plástico. ¡Pero me daré esa ducha! Y te sugiero que me dejes pasar; de lo contrario tal vez tu sensibilidad californiana, libre y despreocupada, se escandalizaría —Peter se dispuso a levantarse.



—Tienes razón —murmuró Lali a toda prisa y huyó hacia la cocina.



Preparó el café y dejó los huevos y el jamón a un lado, listos para freídos cuando Peter bajara. Después de unos minutos, oyó el agua de la ducha y luego el ruido cesó. Poco más tarde, supuso que él ya debería de estar vestido y casi listo para bajar. Sirvió una taza de café para llevársela. Se detuvo en lo alto de la escalera y miró a su alrededor, preguntándose dónde estaría. La puerta del cuarto de baño que ella había usado el día de la tormenta estaba abierta, pero no había nadie allí. Había otras habitaciones que daban al pasillo.



—¿Peter?



—Aquí estoy.



Ella siguió el sonido de su voz y llegó a un amplio dormitorio, amueblado con muy buen gusto y dominado por una enorme cama. La ventana tenía vistas al jardín y al mar. Mirando hacia el cuarto de baño, vio a Peter delante del espejo, apoyado en las muletas y con la cara cubierta de espuma. De inmediato, los ojos de Lali se vieron atraídos a la toalla que llevaba atada a la cintura, a modo de un sarong. Se ruborizó al verlo y él sonrió, obviamente divertido al notar su incomodidad.



—Te he traído una taza de café. ¿Lo tomas solo? —la joven le tendió la taza y él le sujetó la mano al tomarla.



—Me gusta solo y caliente —se llevó la taza a los labios y bebió un sorbo, mirándola a los ojos con expresión sensual.



A Lali se le aceleró el corazón mientras lo miraba a los ojos. Sentía en el estómago un nudo de excitación.



—¿Ya estás listo? —le preguntó, hipnotizada por su mirada.



—¿Listo para qué? —quiso saber Peter.



—Para desayunar —trató de liberar su mano y sintió una extraña decepción cuando él la soltó.



—Necesito afeitarme. Quiero ir a trabajar —declaró él, poniéndose más espuma en la cara.



—Por todos los cielos, ¿no pueden prescindir de ti por un día? ¿No crees que deberías descansar un poco antes de volver a tu rutina normal?



—Cuando necesite que me digas cómo debo vivir mi vida, te llamaré. Hay ciertas cosas que es necesario hacer y yo soy el único que puede realizarlas.



Lali frunció el ceño y le hizo una mueca. Sabía que su comportamiento era infantil, pero no le importaba. Él no tenía ningún derecho a reprenderla. Peter levantó una ceja al ver su gesto.



—La próxima vez que hagas eso, te besaré.



Lali abrió mucho los ojos y trató de reprimir la intensa sensualidad que la invadió ante la imagen evocada por su comentario. Se pregunto cuándo volvería a besarla y, como si hubiera expresado su pregunta en voz alta, él la sujetó de un brazo, atrayéndola hacia sí.



Se inclinó sobre ella y la besó. Lali entreabrió los labios y sintió su lengua adentrándose en su boca acariciándola. Al fin, Peter se apartó, respirando con dificultad. Luego sonrió y alzó una mano para limpiarle la crema de afeitar de sus labios, con un gesto lleno de ternura.



—Pareces una niña con la cara cubierta de helado —la miró un momento y sonrió burlón—. Dentro de un momento bajaré a desayunar. Gracias por el café.



Lali dio media vuelta y regresó a la cocina, aturdida. Amaba a Peter Lanzani. Quería estar a su lado todos los días, verlo cada mañana cuando se afeitaba, compartir el desayuno con él, y se había imaginado a sí misma con Peter allí, los dos acostados, amándose. Pero eso no era probable, pensó con una punzada. El dolor que sintió en su corazón era sólo el sabor anticipado de lo que experimentaría cuando se fuera de Barbados. Decidida, volvió a toda prisa a la cocina.



Se puso a calentar el aceite para freír los huevos. Acababa de retirarlos del fuego cuando Peter entró en la cocina. Se sentó ante la mesa y apoyó las muletas contra la pared.



—Tiene buen aspecto —comentó.



—No suelo cocinar a menudo, pues no me gusta, pero sé preparar unos huevos —la joven se sentó a la mesa para acompañarlo.



—Creía que a todas las mujeres les gustaba cocinar —repuso Peter.



—A mí no. Lo hago cuando es necesario, pero en California como fuera generalmente.



—¿No tendrás que cocinar cuando te cases?



—Quiero casarme con un hombre… —empezó a decir ella.



—…que sea lo bastante rico como para contratar a una cocinera.



—No, que sepa cocinar —sonrió—. Así cocinaría para los dos. Además, no me gustaría tener una cocinera en mi hogar. ¿Qué pasaría si quisiera andar en camisón por toda la casa? No podría hacerlo con alguien más allí —volvió a fruncir el ceño—. No, nada de cocineras.



—Tú en camisón… vaya un pensamiento excitante. ¿El que usas es atractivo?



Ella sonrió, sintiéndose atrevida.



—El que me he traído es de algodón, casi transparente. Y el escote llega hasta aquí.



Sonrió de modo provocativo a Peter, quien a su vez la miró a los ojos con expresión burlona. Sabía lo que ella estaba tratando de hacer.



Atrapada en un extraño remolino de tensión, Lali estaba tratando de explayarse en su descripción, para ver hasta dónde la dejaría llegar él. Pero antes de que pudiera continuar, oyó el ruido de un coche en el sendero.



—¿Esperas a alguien? —preguntó sorprendida.



—No.



Unos segundos después se abrió la puerta principal y una voz joven preguntó:



—¿Peter? ¿Estás aquí?



—Sí, madre, en la cocina —miró a Lali, sacudiendo la cabeza con expresión apesadumbrada y se volvió hacia el pasillo.



Sally Lanzani se detuvo en el vano de la puerta, sorprendida al ver allí a Lali.



—Buenos días —sonrió de manera cordial—. No sabía que mi hijo tenía alguien que lo cuidara. Esta mañana me he enterado del accidente. Ahora sé por que no me llamó ayer —entró en la habitación, retiró una silla y le sonrió a la joven.



—¿Quiere una taza de café? Ya está preparado —Lali se puso de pie de un salto para buscar una taza Al escuchar la respuesta afirmativa de Sally, la llenó y le ofreció leche y azúcar.



—Estoy bien, madre… sólo me he lesionado un tobillo —le informó Peter—. No te llamé ayer porque estaba reposando.



—¿Y esas magulladuras en el brazo y la cara? —Sally miró fijamente a su hijo.



—No tiene importancia. Dentro de un rato, me iré a trabajar.



—No lo harás… he hablado con Kyle y me ha dicho que debes descansar unos días.



Lali trató de disimular una sonrisa, pero el destello de disgusto que vio en los ojos de Peter le indicó que no lo había conseguido.



—Yo le aconsejé lo mismo —le comentó a Sally.



—¡Y yo te respondí que no necesito que una joven descarada me diga cómo debo vivir mi vida!



—¿Descarada? —repitió Lali, mirándolo desconcertada.



—Sí, con la lengua demasiado larga… insolente, como decís vosotros, los norteamericanos.



—Si crees que con tus insultos me vas a hacer cambiar de opinión, te equivocas. Además, los adultos que hablan claro no son forzosamente descarados. Apuesto a que hoy te sientes peor; una lesión siempre duele más el segundo día. Y sigo creyendo que si administraras bien tu empresa, podría salir adelante un día sin su valioso líder —Lalise puso de pie y tiró de su camiseta hacia abajo cuando la mirada colérica de Peter se vio atraída hacia sus piernas—. Me voy ahora mismo —le informó.



—Gracias por el desayuno —su tono indicaba que prefería no tocar lo que ella le había preparado.



—Lali, gracias por haber cuidado de Peter —dijo Sally con una mirada divertida.



Lali sabía que la señora se estaba divirtiendo con esa situación.



—Ahora ya no tendré que preocuparme por él, puesto que usted lo atenderá —repuso la joven.



—No soy un niño —protestó él, dejando el tenedor en el plato.



—Pues te comportas como si lo fueras —replicó Lali, deseando volver a hacerle una mueca; se detuvo al recordar lo que sucedió la última vez que lo hizo—. Me voy —tenía los ojos brillantes y le dirigió una sonrisa cortés a Sally Lanzani.



—Pienso quedarme aquí un día o dos, Lali —anunció la señora—. Espero volver a verte.



Lali sonrió y asintió. Sin comprometerse ni pronunciar una sola palabra más, dio media vuelta y se dirigió a la puerta. Se dijo que su esperanza de intimar con Peter se había malogrado. Su madre le prepararía las comidas y lo cuidaría durante los próximos días. En menos de una semana, Kyle Lincoln le cambiaría la escayola para que pudiera caminar y no habría razón alguna para que Peter no se las arreglara solo, como siempre lo hacía. Malhumorada, pensó que ya era hora de olvidarse de Peter y concentrarse en sus vacaciones.



Ese día no volvió a la casa de Peter. El coche de Sally seguía en el sendero. Quería averiguar cómo seguía él, pero sabía que si iba a preguntar pensaría que se estaba entrometiendo.



Al día siguiente, por la tarde, Lali fue a sentarse al jardín, a la sombra de un árbol. Había terminado de leer la novela de misterio y ahora había empezado un libro sobre la historia de Barbados.



—Hola. ¿Te disgustaría que charláramos un poco? —Sally Lanzani estaba al borde del jardín, cerca del muro de piedra.



—Adelante. ¿Quiere un poco de té helado? —Lali tenía un vaso a su lado, sobre el césped.



—No, hace poco que hemos terminado de comer. ¿No te interrumpo? —Sally señaló el libro.



—No, tome asiento —le indicó Lali cerrando el libro y dejándolo al lado de su vaso de té—. ¿Cómo está Peter?



—Está trabajando. No le he permitido conducir para ir al trabajo, así que está usando el teléfono. Creo que lo tiene pegado a la oreja.



—Entonces, debe de sentirse mejor —comentó la joven.



—No, creo que aún siente mucho dolor, pero no quiere demostrarlo. Siempre ha sido muy obstinado en lo referente al trabajo y no se desalienta por algo tan insignificante como una caída.



—Tuvo suerte de que no fuera algo peor —Lali se estremeció al pensar de nuevo en aquella caída.



—Sí —convino Sally—. Y supongo que no debí pensar en mantenerlo alejado del trabajó. Ha conseguido muchas cosas, pero aún cree que falta mucho por hacer.



—¿La empresa es un negocio familiar? —preguntó Lali, recostándose en la tumbona.



—Sí. Era de mi padre antes de que falleciera —le explicó Sally—. Cuando murió, nos dejó las acciones a mi marido y a mí, pero el control quedó en manos de Peter. Mi padre no tuvo mucho éxito durante los últimos años de su vida y Peter fue quien sacó adelante el negocio. Ahora gana mucho dinero. Cuando él se hizo cargo, la empresa estaba perdiendo dinero y empleados con una rapidez alarmante, pero ahora la situación es completamente diferente.



Lali ignoraba que Peter había tenido que vencer problemas tan serios para conseguir el éxito.



—Háblame de ti, Lali —le pidió Sally—. La noche de la fiesta no tuvimos oportunidad de charlar.



La joven sonrió y le habló de su vida en Los Ángeles, que ahora le parecía tan remota. Hacía dos semanas que estaba de vacaciones y, dentro de poco, regresaría a aquella vida agitada del sur de California, tan diferente de la vida de Sally Lanzani. La tarde transcurrió rápidamente y Lali lamentó que Sally tuviera que irse. Deseó haber aprovechado el tiempo para averiguar algo más de Peter. Pero tal vez su curiosidad podría parecer excesiva y sabía que él se disgustaría si llegaba a enterarse.



Además, si Peter se salía con la suya, no volverían a verse. ¿Para qué quería entonces ella saber algo más de él? Pero en realidad lo necesitaba. Incluso si cuando regresara a Los Angeles jamás volvía a verlo, quería saberlo todo acerca de él.



Día tras día se asomaba al sendero de la casa de Jake para ver si su madre había ido a prepararle las comidas y a cuidarlo. Y cada mañana veía el coche de Sally en el sendero.



Lali iba todos los días a la playa. Estaba más bronceada, y habían desaparecido las preocupaciones y el estrés del año anterior. Se sentía feliz y satisfecha, lo único que le faltaba era ver a Peter. No quería ir a su casa mientras su madre estuviera allí, pues ninguno de los dos la había invitado. Los días pasaban y ella ni siquiera lo había visto de lejos; era lo único que le faltaba para que el verano fuera perfecto.



Una mañana, cuando se asomó al sendero, descubrió que el coche de Sally ya no estaba allí. ¿Se habría retrasado, o ya le habrían cambiado la escayola a Peter para que pudiera caminar solo?



A la hora de la comida, Lali volvió a asomarse al sendero. No había ningún coche. Se sintió tentada a ir y ofrecerse a prepararle la comida a Peter, pero algo la detuvo.



Se dijo que no le daría motivo para acusarla de estar persiguiéndolo. Si estaba lo bastante bien para que su madre pensara que podía arreglárselas solo, ¿quién era ella para entrometerse? Él sabía dónde vivía ella y si necesitaba algo, podía llamarla.



Mientras picaba apio y cebolla para la ensalada de la cena, se preguntó si se atrevería a ofrecerle un poco a Peter. Podía llamarlo por teléfono; no necesitaba verlo. ¿Pensaría que eso era perseguirlo? Se dijo que eso sería un simple gesto de buena vecina. Aún estaba discutiendo consigo misma, cuando Jake rodeó el muro de piedra.



Se movía con rapidez con las muletas, cruzando el césped del jardín. Al verlo, a Lali se le aceleró el corazón. Vio cómo se sentaba en una de las sillas y la observaba a través de la ventana abierta.



—Una visita aquí me dará algo que hacer, pues empiezo a sentirme enclaustrado —comentó él al fin, como si tuviera que explicar su presencia.



—¿Estás mejor? —le preguntó Lali—. Me he dado cuenta de que tu madre ya no está.



—Ya puedo arreglármelas solo. No necesito una enfermera.

Lali sonrió.



—¿Qué te parece si cenas conmigo esta noche, puesto que ya estás aquí? Tengo suficiente comida… pollo frito, galletas y ensalada. Y de postre, tarta de fresas con crema.



—De acuerdo, gracias —aceptó Peter.



Ella asintió y siguió picando el apio, deseando dar saltos de alegría. Hacía casi una semana que no veía a Peter y ahora estaba allí y se quedaría a cenar. Le resultaba difícil reprimir una sonrisa. Mientras preparaba el resto de la cena, miraba a través de la ventana de vez en cuando. Peter seguía sentado en la silla bajo la sombra, aparentemente contento de estar allí, observándola a ratos.



Cenaron dentro de la cabaña. Peter tenía una expresión algo distante, pero ella la ignoró y trató de encontrar temas de conversación que no se prestaran a discusiones y que les interesara a ambos.



Le habló de su infancia en el sur de California, de su hermano y de lo contenta que se puso su familia cuando se casó con Suzanne. A su vez, Peter le contó algunas historias que Kyle ya le había contado, pero la conversación se limitó a la infancia de ambos. Ella se sentía encantada de escucharlo.



El postre fue todo un éxito. Peter se terminó lo que ella le sirvió y le pidió más.



—Esa es una forma de dejar los platos —bromeó ella mientras recogía la mesa.



—Cocinas muy bien —comentó Peter.



—Por supuesto… ¿Qué hay más fácil que un pollo frito? Además ya te dije que sabía cocinar, aunque no me gusta. ¿Quieres café?



Cuando él asintió, Lali preparó el café. A ella le gustaba con leche, pero recordó que Peter lo tomaba solo.



—Mañana me cambiaré la escayola y después de eso volveré al trabajo —anunció Peter, cuando ella llevó las tazas a la mesa.



—¿Quieres que te lleve a la ciudad? —le sugirió ella.



—No. Mi madre vendrá a recogerme.



—Es una vergüenza hacerla venir para eso. Yo podría llevarte, luego iría de compras y después pasaría a recogerte —Lali contuvo el aliento. Le encantaría pasar más tiempo a su lado. ¿Aceptaría su propuesta?

17 comentarios:

  1. Peter poco a poco va cediendo. MAS NOVE!!

    ResponderEliminar
  2. Como esta lali! je! Peter de apoco va cayendo!! Más!!!

    ResponderEliminar
  3. Hahahahaha mas la mama de peter y lali se llevan muyyyyyy bien ...y peter de apoco va cediendo pero no queda mucho tiempo :/ masssssss

    ResponderEliminar
  4. MAS MAS MAS MAS MAS MAS !!

    ResponderEliminar
  5. Estoy adictaaaaaaa! Sube más ;) Me encanta la novela

    ResponderEliminar
  6. Masssss massss quiero otro cap :3

    ResponderEliminar
  7. Lali necesita tenerlo cerca!Pobre estuvo sin verlo una semana!la madre q metida ,pero ya q estaba ahí podria haberla invitado a Lali algun día no?

    ResponderEliminar
  8. Peter me intriga!No me canso de decirlo,muere por ella pero levanta una pared entre ambos todo el tiempo!

    ResponderEliminar
  9. Si no se apuran van a terminar las vacaciones de Lali y no concretan,o será q la dejara ir y recien ahí se da cuenta de q la quiere y la va a buscar!

    ResponderEliminar
  10. Por favor q Peter acepte q sea ella quien lo lleva al medico!Algo es algo y lali necesita hacer algo con y por él!

    ResponderEliminar
  11. Dejara Peter ese orgullo de lado?Logrará contarle a lali cuál es su miedo a tener algo con alguien?

    ResponderEliminar
  12. huy se esta arriesgando jajaj vamos a ver q pasa

    ResponderEliminar
  13. Lali poniendo todo d su parte,pero Peter sigue empeñado en poner barreras,aunque ya ha dado el "paso",jajaja,(x el tobillo)d ir a casa d ella.

    ResponderEliminar