domingo, 5 de agosto de 2012

capitulo 6


Capítulo 6



Si lo que quería era hacerle perder la compostura, lo había conseguido. Una ola de color inundó las bronceadas mejillas de Peter, que se puso en pie de golpe. Los papeles que estaban sobre la mesa cayeron al suelo.

—La broma no tiene ninguna gracia —le dijo. Sus ojos lanzaban llamaradas de furia.

Lali recogió la manta y se volvió a tapar con ella.

—Yo sólo… Pensé que debías saberlo antes de que las cosas vuelvan a descontrolarse —le dijo, sonrojándose.

—Virgen —masculló él—, ¿Cómo demonios se te ha ocurrido soltarme algo así de repente?

—Bueno, ¿qué querías que hiciera? —dijo Lali, molesta—. ¿Que lo escribiera en ese estúpido contrato prematrimonial para que tuvieras tiempo de hacerte a la idea?

Él estaba pálido y furioso.

—Casi hicimos el amor…

—No, yo paré a tiempo —le recordó.

Él se llevó una mano a la nuca y se alejó de ella.

—Iba a decírtelo antes, en el dormitorio, pero te pusiste muy desagradable. ¡Y ahora quisiera no habértelo dicho nunca!

—Y yo —murmuró él, dirigiéndose hacia el mini-bar.

—Bueno, si tanto te molesta, ¿por qué no usas tu viejo truco y reemplazas a tu esposa con otra más experimentada?

—No me molesta —le dijo él con soberbia—. Y yo no reemplacé a Bianca, como dices tú. Ella me dejó.

—Una chica lista —dijo Lali, aguantando las lágrimas. Oírle decir aquello le había recordado que jamás habrían tenido esa conversación si Bianca no le hubiera abandonado.

Bianca, su primera elección…

—Bueno… —se puso en pie y empezó a recoger los papeles, ansiosa por hacer algo—. Yo soy lo que soy, y tú eres lo que eres, así que este absurdo matrimonio no tiene muy buenas perspectivas. Pero sé que no voy a esconderme y a fingir que intento detenerte cada vez que me toques, ¡porque los dos sabemos que me gusta demasiado!

—Lali…

—No. Cállate de una vez, porque oír una de tus inteligentes respuestas… ¡Me saca de quicio!

Él parecía sorprendido.

—No iba a…

—Sí que ibas a hacerlo. No sabes hacer lo contrario —se enjugó las lágrimas, recogió los documentos con dedos temblorosos y volvió a ponerse en pie—. No sé cómo tratar con un hombre como tú y esta situación es muy difícil para mí.

—¿Y tú crees que yo sé cómo tratarte? Tú eres distinta a todas las mujeres con las que he estado hasta ahora —se bebió la copa de un trago—. ¡Eres tranquila, tímida y sensible, pero en cuestión de segundos te conviertes en una mujer desafiante y apasionada!

—Bueno, ahora sabes por qué —puso los papeles en la mesa.

—Sí, sé por qué. Eres virgen y…

—Estoy atrapada en un matrimonio que no deseaba.

—Con un hombre al que sí deseas.

Lali tragó con dificultad porque no tenía forma de defenderse. Sí lo deseaba, por mucho que se empeñara en negarlo. Lo había deseado durante tanto tiempo que aquel viejo sentimiento de culpabilidad todavía le corroía las entrañas.

—No voy a engañarme a mí misma pensando que realmente me deseas —le dijo, buscando los zapatos—. Como tanto te gusta decir, tú no estás acostumbrado a cazar, y yo estoy aquí. Pero si crees que no me importa ser el segundo plato porque me siento atraída por ti, entonces estás muy equivocado, porque sí me importa —tragó de nuevo—. Que no pueda elegir a quien le entrego mi virginidad ya duele bastante. No hace falta que reacciones como si te fuera a contagiar una terrible enfermedad.

—Te pido disculpas si te he dado esa impresión —dijo, adoptando la típica frialdad que le caracterizaba—. Me… he llevado una sorpresa. Y si el sexo entre nosotros te preocupa tanto, entonces quizá podamos tomárnoslo con calma de ahora en adelante.

—Gracias —le dijo Lali, haciendo gala de una cortesía artificial.

Ya ni siquiera quería acostarse con ella.

El piloto del cinturón de seguridad se encendió. Lali se sentó, se ajustó el suyo y se entretuvo doblando la manta.

—Vamos a aterrizar en cinco minutos, Peter —dijo una voz por el intercomunicador—. Apenas hay humedad y hay una temperatura de 30 grados. Son las nueve y treinta y tres. Santo te espera en el coche.

Peter cerró el minibar y ocupó su asiento. No se miraron ni una vez durante todo el descenso. El silencio se podía cortar con una tijera. Sin embargo, él no dudó en ponerle la mano sobre la espalda para ayudarla a bajar y Lali volvió a sentir aquel estremecimiento tan familiar.

Las formalidades fueron breves y eficientes. La cálida brisa nocturna estaba impregnada de un seductor aroma a especias.

El coche era un robusto todoterreno con mucho espacio en el maletero, y el conductor, Santo, los recibió con una espléndida sonrisa y un saludo efusivo.

—Pensaba que sólo había pelícanos —le dijo ella cuando pasaron un bonito pueblo asentado alrededor de una bahía con forma de herradura. El vaivén del mar mecía los yates suavemente en la quietud de la noche.

Peter tardó unos momentos en contestar, lo suficiente como para aumentar la tensión entre ellos.

—Era una ironía.

Aquel comentario acabó con la esperanza de Lali: esperar que las cosas fueran mínimamente normales no era más que una quimera. Apretó los labios y guardó silencio mientras contemplaba el paisaje desconocido que pasaba a toda velocidad por la ventanilla. Atravesaron unos portones y llegaron a una hermosa casa colonial de color blanco.

¿Era allí adonde iba a llevar a Bianca? Lali trató de ahuyentar aquellos pensamientos dañinos.

Las cosas ya estaban bastante mal sin que ella se atormentara.

Un grupo de empleados salieron a su encuentro. Les abrieron las puertas y los recibieron con cálidas sonrisas y felicitaciones.

La casa parecía sacada de una película de época. Lali podía ver a las damas de antaño en el porche.

Aunque no lo tuviera ante los ojos, sí podía oír y oler el océano, y la intensa fragancia del jazmín tropical inundaba el aire.

—Vamos —Peter titubeó un instante antes de poner el brazo alrededor de sus hombros.

Lali se dio cuenta de que sólo intentaba guardar las apariencias, así que no trató de rechazarle.

Sin embargo, aquella vacilación hablaba por sí sola. Él no quería tocarla. Su estúpida confesión había ahogado cualquier atisbo de pasión que pudiera sentir por ella. Él había alzado una insuperable pared entre ellos y una frialdad insensible volvía a teñir su actitud.

Por dentro la residencia era igual de espectacular que la casa del lago Como, pero estaba decorada en tonos pastel.

Lali se alejó de él tan pronto como pudo para admirar el enorme recibidor y la escalera de mármol que conducía al primer piso. Un inmenso ventilador giraba sin cesar y le revolvía el cabello al moverse.

—Mañana haremos las presentaciones como es debido, pero ésta es Nina, cara…

Lali se dio la vuelta y se encontró con una pequeña joven de piel oscura que sonreía con timidez.

—Nina se ocupa de la casa y del personal —le explicó Peter—. Así que si necesitas algo, puedes decírselo a ella.

Lali la saludó con una sonrisa y le estrechó la mano.

—Me alegro mucho de que esté aquí, signara De Lanzani —Nina habló con tanta formalidad que Lali se sintió como una impostora—. En nombre de todo el personal les doy la enhorabuena.

Le dio las gracias y entonces notó la tensión que atenazaba al hombre que estaba a su lado.

—Mi esposa querrá subir a refrescarse y cambiarse de ropa —le dijo él con la voz en calma.

—Yo le muestro el camino, señora —dijo Nina—, Por favor, venga por aquí…



Lali siguió a la sirvienta, consciente de la mirada de Peter a sus espaldas. Estaba en mitad de la escalera cuando oyó alejarse sus pasos sobre las losetas del suelo.

El flamante dormitorio estaba decorado en azul pálido y marfil. Dos sirvientas les estaban deshaciendo las maletas.

Otros dos ventiladores giraban tranquilamente en el techo de la habitación; uno de ellos sobre una enorme cama de roble con dosel, y el otro junio a los ventanales, frente a los que había dos sillas y una mesa, lista para la cena.

—Hay un cuarto de baño, señora. Es por aquí —le dijo Nina, llamando su atención hacia la puerta que acababa de abrir, revelando un baño en mármol italiano—. ¿Quiere que una de las sirvientas le prepare un baño?

—Oh, n… No… Gracias —murmuró Lali con timidez—. Creo que primero voy a… Descansar un poco si no le importa.

—Por supuesto —Nina asintió y chocó las palmas de las manos para llamar a las sirvientas—. Vamos. Dejaremos descansar a la señora.

Lali conservó la sonrisa hasta quedarse sola. Entonces se marchitó como una flor y se dejó caer sobre una silla. Miró la gigantesca cama con las sábanas de seda blanca.

Dos inmensos armarios de madera de roble, dos sets de maletas repletas de equipaje a medio deshacer, un cuarto de baño a todo lujo, una mesa preparada para dos con una flor de hibisco en un pequeño jarrón blanco, dos velas color marfil que flotaban en bolas de cristal llenos de agua, todavía sin encender… Una novia triste, un novio huidizo que a esas alturas debía de estar intentando ahogar en whisky su mala fortuna.

La perfecta luna de miel en el paraíso.

Lali se incorporó y fue buscar la maleta, pero no reconoció nada de lo que había en ella ni en el armario. Era una novia a la que habían comprado y ya no quedaba nada de su antigua vida. Se inclinó y echó un vistazo a la fina lencería de diseño. Todos los conjuntos eran arrebatadoramente sensuales y también había bikinis de distintos colores y formas, pero no había ningún bañador modesto de una pieza. Las prendas de vestir debían de costar una fortuna, eran modelos llamativos, modernos y sofisticados: acordes a las tendencias más actuales en moda.

Lali soltó un suspiro y se dirigió al cuarto de baño; una bañera monumental con jacuzzi, dos enormes platos de ducha, un retrete y dos lavamanos de porcelana blanca sobre los que colgaban espejos y estanterías llenas de productos de belleza para el cuidado femenino.

En lugar de preguntarse si todo aquello era para Bianca, se quitó la ropa y entró en uno de los platos de ducha.

Diez minutos más tarde volvió al dormitorio. Las sirvientas habían terminado de desempacar mientras se duchaba, pero eso a Lali no le extrañaba en absoluto.

Envuelta en uno de los albornoces que había encontrado detrás de la puerta, se secó el pelo húmedo con una toalla mientras miraba por la ventana. La abrió y salió a un balconcillo con una barandilla blanca de rejilla. La madera del suelo se sentía fresca bajo los pies y el calor de la noche era una caricia sobre la piel.

Estaba muy oscuro, pero a lo lejos se vislumbraba la espuma blanca de las olas que rompían en la orilla. El mar no debía de estar muy lejos. Cuando sus ojos se acostumbraron a la negrura, Lali logró discernir una glorieta blanca cerca de la playa.

Fue entonces cuando lo vio. Estaba justo al lado; su silueta no era más que una sombra.

—Te van a picar los mosquitos si te quedas ahí mucho tiempo —le dijo.

—No seas tan aguafiestas. Iré a buscar una botella de brandy para pasármelo bien.

Él soltó una carcajada profunda e irónica.

—A lo mejor te acompaño.

Lali suspiró.

—¿Te estás desquitando porque arruiné tus planes para la luna de miel? ¡Porque si es así, espero que estés disfrutando!

Dio media vuelta, volvió a entrar en el dormitorio y cerró la ventana.

Él entró por la puerta un segundo después. Apoyándose en el marco, se metió las manos en los bolsillos. Lali se estaba recogiendo el cabello con unas horquillas. No quería mirarlo, pero era inevitable.

—¿Tratamos de salvar este matrimonio absurdo o abrimos la botella de brandy? —le preguntó con cinismo y burla.

—Absurdo. No podías haberlo expresado mejor —Lali se encogió de hombros. Se dio la vuelta y dejó el peine sobre la mesa—. Creo que la única razón por la que hemos llegado hasta aquí es porque apenas tuvimos contacto la semana pasada.

—Una semana infernal para mí, cara. Tuve que vérmelas con las novias, con los suegros y con los medios.

—Entonces qué bien que existen las lunas de miel en el paraíso, preparadas con antelación.

Aquel comentario salió de su boca antes de que pudiera detenerlo. Él guardó un grave silencio.

—Esto no va a funcionar —susurró la joven—. Creo que quiero irme a casa.

—¿Con tu rencoroso padre?

Lali hizo una mueca de dolor ante aquel comentario cruel.

—Bianca quería visitar a sus parientes de Australia, así que íbamos a pasar nuestra luna de miel en un hotel frente a la ópera. A ella no le habría gustado este lugar. Demasiado tranquilo. Aquí no hay ningún sitio donde pueda brillar y presumir. Me sorprende que no te haya hablado de sus planes en Sydney. Ella me decía que te lo contaba todo.

—Los dos sabemos que Bianca no siempre decía la verdad. Siento… haber sacado conclusiones precipitadas.

Peter hizo una mueca sombría.

—Nina nos ha preparado una cena ligera. ¿Quieres cenar aquí o abajo?

—Creo que prefiero hacerlo abajo —dijo tras mirar la mesa para dos.

Él asintió y fue hacia la puerta.

—Cinco minutos, entonces —le dijo y salió de la habitación.

Si había mirado la mesa que estaba junto a la ventana, Lali no le había visto hacerlo.

Poco después se encontró con Nina al pie de la escalera.

—El señor Peter la espera en el comedor, señora. Acompáñeme, por favor.

Sentado frente a una pequeña mesa de comedor, Peter tomaba gambas de un humeante bol de pasta mientras la esperaba. Otra flor de hibisco decoraba el centro de la mesa, iluminada por varías velas que hacían resplandecer su rostro oscuro y enjuto.

Él se puso en pie al verla detenerse en el umbral. La miró de arriba abajo y reparó en el corto vestido malva de corte imperio que ella había elegido para la ocasión.

Lali también se fijó en su camisa blanca, desabrochada a la altura del cuello, y los pantalones de seda que realzaban la poderosa musculatura de sus piernas.

—Preparado con antelación —le dijo, repitiendo las palabras que ella le había dicho antes.

—Quisiera que dejaras de leerme la mente —dijo Lali, dando un paso adelante.

—Tu cara lo dice todo.

Lali le dio las gracias entre dientes cuando él le apartó la silla.

—Sé que no debes de tener hambre —le dijo al volver a su propio asiento—. Pero intenta comer algo. Hazlo por Nina. Creo que la tenemos muy confundida y lo último sería que rechazáramos su comida.

Lali asintió. La pobre ama de llaves parecía ansiosa por complacerla. Para ser una pareja capaz de enfrentarse al mundo por amor, debían de comportarse de un modo muy extraño a los ojos de todos.

Respirando profundamente, la joven agarró el bol de pasta, le sirvió una buena ración a Peter y después se sirvió la suya. Él sacó una botella de champán del cubo con hielo y la descorchó.

—¿También estaba preparado con antelación? —le preguntó Lali, con sorna.

Él esbozó una sonrisa fugaz y sirvió el champán.

—No la toques hasta que hayas comido algo de pasta.

Lali se rió.

—Pareces mi padre.



Él se puso tenso.

—No era mi intención.

Al ver su expresión de piedra, Lali se dio cuenta de que había vuelto a tocar la fibra sensible de un hombre con nervios de acero.

No le gustaba que lo comparara con su padre, y aquel comentario le había ofendido. Además, no le gustaban las bromas.

Ni tampoco las vírgenes.

La cena transcurrió en el más absoluto silencio.

—Es tarde —Lali se puso en pie, sin saber por qué había escogido ese momento para seguir el juego de apariencias falsas—. Creo que me voy a la cama.

No lo miró ni un instante, pero sí sabía que él la observaba fijamente. Su humor sombrío se extendía como una pesada sombra sobre ella.

Él no dijo ni una palabra. Simplemente la observó marcharse con una copa de champán en la mano.

Habían cerrado las pálidas cortinas azules, limpiado la mesa para dos, y retirado la manta hasta la mitad de la cama. Las luces habían menguado hasta emitir un sutil halo de luz que bañaba de oro la estancia.

Lali contempló la cama y tembló por dentro como si estuviera en el lugar más frío del planeta. Se puso un fino camisón de seda blanca y se quitó las horquillas con una brusquedad desmedida, fruto de la rabia y la frustración que sentía.

No se miró al espejo porque no quería ver la expresión de su cara. Se metió entre las sábanas, le dio unos cuantos golpes a la almohada, apoyó la cabeza y se dispuso a dormir.

Pero el descanso tardó horas en llegar. Los eventos del día se sucedieron en su memoria; un maremágnum de imágenes, discusiones, esperas… En algún momento debió de aceptar que la noche de bodas iba a ser tan triste como el día de la boda, porque finalmente logró relajarse y cayó en un sueño profundo y oscuro.

Soñaba con una playa de arena fina en la que rompían olas apacibles cuando la suave presión de unos dedos sobre el vientre la hizo despertar.

Abrió los ojos y entonces sintió el húmedo calor de unos labios que la besaban detrás de la oreja…


Gracias por las firmas! ultimo de hoy♥ firmen mucho no saben lo que se viene yo avise chau

14 comentarios:

  1. Ella piensa q a peter no le gusta por ser virgen y creo yo q Peter está fascinado con el cambio q hizo.Ya quiero leer ese q prometes como tam bueno!
    Grax popr subir
    Muy buena historia!

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  2. masssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

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  3. noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

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  4. Está muy buena la nove y ya quiero saber si tienen rock o no.
    masi_ruth

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  5. Peter está siendo lo mas cariñoso,pero los dos se están poniendo barreras constantemente.Lali ,la inseguridad ,x todo lo pasado con su padre,y xk piensa k Bianca es muy superior a ella.Peter a veces frío ,no le gusta k lo comparen ,y menos con el padre d Lali.

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  6. Con ese final se puede imaginar q viene, pero no entiendo a peter, no esta siendo totalmente sincero! Más!

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  7. por fa mas nove esta buena quede con la intriga

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  8. Me encantaaaa!!! Quiero maaaaas!!!
    Un besito, @clau_carpediem

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