domingo, 5 de agosto de 2012

Cap 5

Espero que esten disfrutando el dia! Gracias por sus comentarios porfa sigan recomendando la nove asi somos mas♥
 


Capítulo 5



«Oh, por favor, no…», pensó Lali con impotencia. Resultaba difícil de creer que Peter quisiera llevar aquella farsa romántica a tal extremo.

Bajó envuelta en un vaporoso vestido verde que se ceñía a su espléndida figura y bailaba alrededor de las rodillas.

Peter ya la estaba esperando en el rellano. Él se había puesto un traje de lino color café y una simple camiseta que le hacía parecer sofisticado e informal al mismo tiempo.

La miró y un destello brilló en sus ojos. A Lali le flaquearon las fuerzas un instante y su corazón dio un vuelco.

Pero entonces aquella expresión abandonó su rostro y volvió a ser el mismo ser gélido de siempre. Le tendió una mano con autoridad para que siguiera delante, y cuando llegó hasta él, la agarró de la mano y la atrajo hacia sí. Le dio un beso en la mejilla y Lali sintió el calor de su cuerpo.

—Preciosa —le susurró al oído.

«Y tú también…», pensó Lali, aunque no lo dijera en alto.

—¿Adonde vamos? —le preguntó en voz baja, consciente de todas las miradas puestas sobre ellos.

—Adonde van todas las parejas de recién casados —tomó la chaqueta color crema que ella sostenía en el brazo—. A algún sitio donde podamos estar solos.

—Pero yo no quiero estar a solas contigo —le dijo frunciendo el ceño, al tiempo que él le ponía la chaqueta sobre los hombros.

—¿No quieres? Qué disgusto.

—Pensaba que íbamos a quedarnos. ¿No podemos quedarnos aquí?—le lanzó una mirada ansiosa—. Estoy acostumbrada a este lugar. Es… agradable.

Mientras le sacaba el cabello por encima de la solapa, Peter se detuvo un momento para mirarla. Una extraña expresión parpadeaba en sus doradas pupilas.

—Es una tradición cambiar de lugar —le dijo con una sonrisa.

Lali se acercó un poco más.

—Eso es una estupidez —le susurró.

—¿Qué?

—Todo esto —miró alrededor—. Si nosotros nos vamos, ¿no deberían irse ellos también?

—¿Quieres que eche a nuestros invitados?

—Tus invitados.

—Cuidado, cara —le advirtió con calma—. No querrás volver a meterte en un lío conmigo, sobre todo delante de tantos espectadores.

—Lo único que quiero decir es que podríamos quedarnos…

Lali no lo vio venir. Un segundo antes le estaba alisando la chaqueta y al siguiente la sujetó con fuerza y sofocó sus palabras con un beso arrollador, de ésos que dejan sin aliento.

A lo lejos, Lali podía oír la oleada de murmullos que aquel gesto había provocado. Una descarga de exquisito placer le atravesó el cuerpo y la hizo empujarle en el pecho para que se apartara de ella. La chaqueta se le cayó de los hombros y aterrizó en el suelo a sus pies. Peter la rodeó con ambos brazos y la hizo pegarse más a él. Alguien murmuró algo gracioso y otro invitado se echó a reír.

Peter aflojó la presión sobre sus labios poco a poco.

—El espectáculo debe seguir, cara —murmuró suavemente.

Conmocionada ante aquella demostración pública, Lali tragó en seco y asintió. Entonces Peter retrocedió y una ola de aplausos recorrió la multitud.

Él se agachó para recoger la chaqueta, se la puso sobre el hombro y, volviéndose hacia la audiencia, hizo una reverencia jocosa. Sin dejar de aplaudir la gente se echó a reír. Lali se mantuvo cabizbaja todo el tiempo y trató de contener el violento rubor que le hacía escocer las mejillas.

Cuando Peter la llevó fuera, adonde esperaba el helicóptero, Lali recordó a su padre.

Se volvió hacia él rápidamente.

—No puedo irme sin ver a mi padre.

Él se puso tenso.

—Ya se ha ido para tomar el vuelo de vuelta a Gatwick —le dijo con frialdad.

Lali se quedó sin respiración durante un minuto y el color huyó de sus mejillas.

Él masculló un juramento y la hizo entrar en la cabina. Unos minutos más tarde se elevaron sobre la blanca pared provisional y giraron en dirección al lago, donde aguardaba un pequeño ejército de periodistas a bordo de botes y pequeños barcos. Todos querían captar la instantánea de la pareja De Lanzani al marcharse de luna de miel.

—Ignóralos —le dijo Peter, incómodo—. Pronto se cansarán de jugar y se irán por otra exclusiva.

Curiosamente, a Lali ya le daba igual que consiguieran fotografías.

—Se fue sin despedirse —susurró la joven.

—Tiene que ocuparse del negocio.

Él ni siquiera se molestó en fingir que no sabía de quién estaba hablando.

—Debes entender que Espósito's es prioritario en este momento.

—Gracias —le dijo ella—. Por esa excusa tan absurda.

Ambos guardaron un tenso silencio durante el resto del viaje. Lali estaba demasiado aturdida como para charlar y él demasiado impaciente, así que ella se entretuvo mirando por la ventana mientras sobrevolaban el cristalino lago azul. Una hora más larde cruzaron la pista del aeropuerto de Linate y subieron a bordo del jet privado que llevaba el logo de De Lanzani en el fuselaje blanco.

El interior del avión era una lujosa demostración de la vida corporativa. Peter la hizo sentarse, le dio instrucciones a un mayordomo y fue a hablar con el piloto.

Volvió dos minutos más tarde y entonces los motores se pusieron en marcha. Tomó asiento al lado de ella, se abrochó el cinturón de seguridad y le dijo que hiciera lo mismo.

Despegaron hacia un cielo claro y despejado, pero Lali seguía sin saber adonde se dirigían. Sin embargo, ya no le importaba. Ése había sido el peor día de toda su vida y se sentía como un autómata sin voluntad.

—Le dije que se fuera mientras te cambiabas —dijo Peter de repente.

Lali se volvió hacia él.

Él tenía la típica pose de indiferencia, pero Lali podía ver la tensión que contraía sus labios.

—¿Por qué?

—Te puso nerviosa —le dijo, mirándola.

—Es mi padre —dijo ella— ¡Tiene derecho a ponerme nerviosa!

—Y yo soy tu marido. Tengo derecho a librarte de las preocupaciones.

Lali lo miró con desprecio.

—Tú me pones nerviosa. ¿Significa eso que vas a quitarte de mi vista?

—No mientras estemos volando a diez mil pies de altura —dejó de sonreír y suspiró—. Deja de escupir odio, Lali, y explícame por qué tu padre cree que puede tratarte como lo ha hecho hoy.

Ella le contó lo de su madre en un tono reservado y orgulloso, pero él la observaba con atención y no dejó escapar las emociones fugaces que teñían su expresión en cada momento, por mucho que ella se negara a mirarlo a la cara mientras hablaba.

—Ya ves… Sus peores temores se han hecho realidad con esta boda.

El mayordomo interrumpió la conversación para servirles el café y unos sandwiches. Peter le hizo señas para que se retirara y sirvió él mismo el café.



—¿Te pareces a tu madre? —le preguntó con curiosidad.

Lali asintió.

—Yo soy el recuerdo viviente de lo que ella hizo. Él le dio una taza llena de café negro.

—¿Y dónde está ahora?

—Murió, hace dos años —dijo Lali y bebió un sorbo de café, intentando ocultar el temblor que sacudía su voz.

Al sentir el sabor agridulce hizo una mueca.

—¿Le has puesto azúcar?

—¿No te gusta el azúcar?

—No. ¿Y a ti?

Él se apoyó en el respaldo de la silla y bebió un sorbo.

—No sabemos mucho el uno del otro, ¿verdad?

—Bueno, ¿te gusta ponerle azúcar al café o no?

—Me gusta fuerte, negro y dulce —le respondió y la miró fijamente.

Sus ojos estaban más oscuros que de costumbre.

—Me parece, cara… —le dijo con tristeza—. Que tu familia es tan disfuncional como la mía, lo cual nos hace más compatibles de lo que piensas.

Lali abrió la boca para replicar, pero la cerró de inmediato al darse cuenta de que tenía razón.

—A mí todavía no me gusta el café con azúcar —le dijo con firmeza y puso la taza en la mesa.

Él se echó a reír y llamó al mayordomo para que le sirviera otro café.

Por alguna extraña razón Lali empezó a relajarse e incluso se comió un par de sandwiches.

—¿Adonde vamos? —le preguntó finalmente.

—Bueno, eso me llevó tiempo decidirlo —dijo Peter. Se puso de pie y empezó a andar por la cabina—. Al Caribe —le dijo al tiempo que abría un minibar y elegía una botella—. Tengo una casa allí, un rincón escondido en una isla paradisíaca que sólo compartiremos con los pelícanos. ¿Quieres uno?

Se volvió y le enseñó la botella, que parecía coñac. Lali sacudió la cabeza.

—¿Tienes miedo de volverte a emborrachar?

—Tengo miedo de quedarme dormida.

—Mejor para ti —volvió con dos copas y se sentó a su lado—. Dormirse en este avión no es un problema porque tenemos una cama. Está detrás de esa puerta— al otro lado de la cabina.

Ella miró hacia donde él había señalado y aceptó la copa que le ofrecía porque de lo contrario tendría que soportar otra ronda de asaltos sarcásticos.

—Tenemos nueve horas de viaje por delante. Con o sin el brandy, le hará falta esa cama.

—¿Con o sin ti?

Los ojos de Peter se iluminaron.

—¿Eso es una invitación?

—¡No! ¡No lo era!

—Entonces tómate el brandy. Estás segura conmigo, de momento.

Su tono perezoso la hizo agarrar la copa y tomarse el contenido de un trago.

—Eso no ha sido buena idea, cara —le dijo mientras la veía toser; la garganta abrasada por el licor.

Tenía razón y no la tenía. El brandy se le subió a la cabeza y sólo pudo aguantar una hora antes de sucumbir a la necesidad de acostarse un rato y cerrar sus ojos exhaustos.

Peter se ofreció a acompañarla, pero ella se negó y logró llegar a la pequeña habitación después de unos cuantos tumbos y más de un traspié.

Unos minutos más tarde, en bragas y sujetador, se acurrucó bajo una suave manta cubierta por una sábana aterciopelada y se dejó llevar por el sueño más profundo.

Durmió durante horas y despertó en la penumbra. El sordo murmullo de los motores la devolvió a la realidad. Se le había despejado la cabeza y se encontraba mucho mejor, pero tenía hambre. Sin embargo, la idea de levantarse de aquella cómoda cama, vestirse y salir al encuentro de Peter la hizo darse la vuelta con la idea de quedarse justo donde…

Él estaba allí; tumbado boca abajo justo al lado. Su cabeza descansaba sobre la almohada contigua y sus anchos hombros desnudos resplandecían como el bronce a la luz de la lámpara.

Lali pasó de la más absoluta relajación a la tensión cuando se dio cuenta de que él dormía. Las negras hebras satinadas de sus pestañas descansaban sobre sus pómulos altos y su boca, sensual y relajada, parecía aún más hermosa. Tenía el cabello revuelto y ligeramente ondulado, un detalle que Lali no había notado antes.

Movida por la curiosidad, recorrió sus brazos con la mirada, sus hombros, la bronceada espalda descubierta…

La desnudez de Peter le recordó la suya propia, así que agarró el borde de la manta y se tapó hasta los hombros.

¿Estaba completamente desnudo? La intimidad de aquella situación era como el cosquilleo de una pluma sobre la piel. Lali aspiró su aroma profundamente; un olor limpio, fresco y varonil que la hizo humedecerse los labios sin saber por qué.

La piel que recubría sus poderosos músculos tenía un brillo dorado como el del aceite solar, pero Lali sabía que todo era natural.

«Mi marido…», pensó, poniendo a prueba su recién estrenada identidad.

—Grises —murmuró una voz somnolienta.

Lali se sobresaltó y lo miró a la cara. Estaba despierto.

Agarró la manta con fuerza y pensó en escapar de aquella cama, pero entonces recordó que sólo llevaba un sujetador del tejido más fino y braguitas a juego.

—Gris turbulento y sexy… No, no te muevas —le dijo, cuando ella intentó apartarse. Rodó sobre sí mismo y apoyó la cabeza sobre la palma de la mano para poder verla mejor.

—Bellissima —susurró—. La signara bella De Lanzani.

—No. Deja de llamarme hermosa.

—Qué rara eres —sonrió y le apartó un tirabuzón de la cara—. Tienes la cara más exquisita que he visto y estás decidida a negarlo. Me gustaría saber por qué.

—No voy a responder a tus halagos… —el tirabuzón volvió a su sitio y Lali se lo apartó del rostro con un movimiento brusco—. Sólo porque tú…

Se mordió el labio inferior al darse cuenta de lo que había estado a punto de decir.

—Porque yo… ¿Qué?

—Porque es… estamos casados y… aquí —le dijo ella.

Él puso una pierna sobre la suya.

—¿Qué le crees que estás haciendo?

—Me estoy poniendo cómodo con mi esposa.

Lali quiso soltar la manta y empujarlo, pero no fue capaz. El calor de su cuerpo le producía un hormigueo irresistible. Él seguía mirándola con ojos tiernos y somnolientos, y ella podía sentir los rítmicos latidos de su corazón contra el brazo. De repente se inclinó y le dio un beso sutil, pero Lali echó atrás la cabeza.

—Deja de tener miedo —le dijo él—. No voy a hacerte daño.

—Pero yo no…

—Además la costumbre dice que debes besar al hombre que se despierta contigo.

¿Acaso esperaba que lo besara? Lali sacudió la cabeza.

—¿Esperas que sea yo el que te bese? Eso no es justo, cara, pero… De acuerdo —una vez más buscó sus labios y recorrió el contorno con la punta de la lengua hasta hacerla abrirlos. Ella le dejó probarla lentamente; el aliento atrapado en el pecho.

Cuando él se apartó por fin, el corazón de Lali latía sin control y los labios le temblaban.

—El día no ha empezado mal —le dijo él.

—Todavía… Todavía es de noche —murmuró Lali.

—Pero es más de medianoche —se volvió y apoyó en la palma de la mano—. Has dormido durante horas. Te perdiste nuestra primera cena juntos como marido y mujer y me dejaste solo, arrepintiéndome por haber cometido la tremenda estupidez de haber hecho beber coñac a mi abstemia esposa.

Lali se sonrojó.



—Que no esté acostumbrada a beber coñac no me conviene en abstemia.

—¿Inexperta, quizá?

Si eso quería decir que se había comportado como una idiot*a, entonces él debía de tener razón.

—Bueno, ahora tengo hambre —le dijo en un tono casi normal—. Así que si apartas la pierna me levantaré y…

Él sacudió la cabeza con una negativa.

—Relájate. No voy a consumar nuestro matrimonio aquí, en este lugar sin romanticismo, pero sí quiero más de lo que me has dado… mucho más —volvió a acercarse a ella y la besó con desenfreno, tumbándola sobre la almohada y robándole el aliento.

Un calor masculino inundó cada poro de su piel y el aroma de su cuerpo apasionado la hizo aferrarse a él como si le fuera la vida en ello.

Lo que él le había dicho para tranquilizarla había surtido efecto. Lali se dejó llevar, besándolo con fervor y rozándose contra él.

Casi no se dio cuenta cuando él echó a un lado la manta y se retorció de placer cuando sintió su mano sobre el muslo.

—Eres tan suave como la seda —le dijo él, mirándola un momento.

Entonces volvió a reclamar los labios de la joven y deslizó los dedos sobre sus braguitas hasta llegar a sus pechos, dejando un rastro de fuego a su paso.

Peter abarcó uno de sus senos turgentes con la mano y Lali trató de apartarlo, pero él le agarró la muñeca con la otra y le recorrió el cuello con besos húmedos hasta llegar al otro pecho, que palpitaba con frenesí.

Lali gimió con todo su ser y perdió el control al sentir su lengua sobre el pezón. Peter murmuró algo, deslizó una mano por debajo de su espalda y volvió a besarla en los labios. Un segundo después el sujetador de Lali se abrió y él tiró a un lado aquel delicado retazo de tela.

—Eres exquisita —le oyó decir a través de una nube de sensaciones.

Entonces volvió a besarla en los labios y aplastó la suavidad caliente y palpitante de sus labios al tiempo que le acariciaba el pecho. Desnuda y despierta, Lali dejó escapar un gemido de resistencia y lo agarró de la cabeza, hundiendo los dedos en aquella negra masa de pelo brillante.

Él la acarició y la besó hasta hacerla perder la razón. Un temblor indomable parecía apoderarse de él a medida que crecía la tensión.

Ella tendría que haberse detenido en ese momento, pero no lo hizo. Debería haber sabido que una mujer podía hacer perder el control a un hombre si se contoneaba y se rozaba como ella lo estaba haciendo, pero lo que él la hacía sentir era demasiado agradable como para no querer más y más…

La realidad debería haberse impuesto con el repentino florecimiento de su poderosa erección, que ya empezaba a presionarle el muslo. En ese instante, él le metió la mano entre las piernas y conquistó el rincón más íntimo de su cuerpo. Lali se perdió en una tormenta de placer que rugía en sus venas mientras los largos dedos de Peter acariciaban su sexo desnudo.

—Sabía que me ibas a hacer esto —le dijo él, y apartó el último pedacito de tela que se interponía en su camino antes de introducir un dedo dentro de ella.

Lali no estaba preparada para el poder de aquella intrusión acalorada y no tenía forma de controlar su propia respuesta. Se retorció, se frotó contra él y buscó su boca como si sólo allí pudiera encontrar lo que le hacía falta para sobrevivir al torbellino que corría por sus venas. Él susurraba cosas que no podía oír y la llenaba de sensaciones hasta entonces desconocidas.

Entonces quiso quitarle las braguitas y masculló algo que la hizo volver a la realidad.

Una ola de pánico se apoderó de ella y la hizo darle un empujón impulsado por el chorro de adrenalina que recorría su cuerpo.

Se levantó de la cama a toda prisa y aterrizó sobre unas piernas temblorosas. Él la miraba con una expresión de confusión.

Un silencio palpitante, tan sólo interrumpido por los sollozos entrecortados de Lali, inundó la pequeña cabina.

—Tú… Tú dijiste que… —empezó a decir, apenas capaz de verle a través de unos ojos empañados.

—Sé lo que dije.

Lali parpadeó y se atrevió a mirarlo a los ojos. Su magnífica desnudez yacía sobre la cama en todo su esplendor. Incapaz de apartar la vista, Lali recorrió aquel derroche de masculinidad con la mirada hasta reparar en la potente evidencia de su deseo, que se alzaba como una torre sobre una base de vello negro y grueso.

Aturdida por el golpe de calor que azotaba sus sentidos, Lali se dio la vuelta sin saber qué hacer a continuación.

«Échate sobre él…», le dijo una vocecilla. Horrorizada, bajó la cabeza y se cubrió los ojos con las manos. No podía creer cómo había podido llegar tan lejos. ¿Cómo había podido confiar en sus palabras?

—Tienes un trasero muy sexy —dijo él de repente.

Lali se puso erguida y su larga melena rojiza cayó en cascada sobre su espalda.

—Impecablemente blanco, suave y terso… Esas braguitas de encaje lo vuelven delicioso.

Incómoda y avergonzada, Lali se tapó con la manta.

—¿Crees que eso te servirá de algo?

Ella sacudió la cabeza y echó de menos el sujetador. De haberlo llevado puesto, se habría dado la vuelta para escupir algún comentario envenenado.

—¿Crees que es buena idea parar cuando las cosas se ponen… interesantes?

Estaba enojado.

—Tú… no lo entiendes.

—Sé cómo jugar a este juego —le dijo con cinismo.

Lali oyó un movimiento tras de sí: él se estaba levantando de la cama.

Con un rápido movimiento desesperado, Lali agarró el top y se lo puso a toda prisa. Él también se estaba vistiendo.

—Un hombre que no cumple su palabra se merece que lo pongan a cien, y después a cero —le dijo ella una vez se había cubierto.

—Entonces es que no tienes instinto natural.

Lali recogió la falda del suelo, se enfundó en ella y entonces se sintió lo bastante segura como para darse la vuelta. Él estaba de pie al otro lado de la cama, todavía desnudo. La suave luz de la lámpara jugaba con la textura de sus músculos pectorales mientras se ponía los pantalones.

Lali apartó la vista y recordó cómo la había mirado él cuando contemplaba la silueta de sus pezones erectos bajo el delicado tejido del sujetador.

—No me voy a disculpar por haber parado algo cuando tú me dijiste que no pasaría —le dijo con un golpe de melena.

Los ojos de Peter habían recuperado el viejo cinismo de siempre. Se inclinó sobre la cama y recogió algo.

—Toma… —se lo arrojó a las manos—. Póntelo antes de salir si no quieres que el mayordomo sufra un ataque al corazón —tras aquel comentario cruel, se puso la camiseta y salió de la habitación. Si la puerta hubiera tenido otro diseño, el portazo habría sido considerable.

El resto del viaje transcurrió en la más fría indiferencia. Apenas hablaban, y cuando lo hacían, era porque se veían obligados por las normas de cortesía. Lali comía, pero él sólo bebía café.

Finalmente sacó un maletín grande y se puso a trabajar. Lali hubiera querido tener un entretenimiento semejante. Pero no lo tenía. Se había convertido en la esposa consentida de un hombre rico y su trabajo como secretaria de Espósito's había terminado. Su nuevo papel en la vida era el de la esposa de un millonario y lo único que tenía que hacer era estar a la altura y no molestar cuando el rico marido estuviera ocupado. La expresión de Peter no decía otra cosa.

Al cabo de un rato se quedó dormida, acurrucada en una silla con las piernas dobladas bajo los muslos y la cabeza apoyada sobre el respaldo. Cuando despertó tenía una manta encima y Peter seguí trabajando a su lado.

Le observó con atención durante unos instantes, siguiendo los hábiles trazos de su pluma con ojos somnolientos. Aquél era el mismo bolígrafo que ella había usado para firmar el contrato prematrimonial.



—«Insensata» no está bien escrita —murmuró sin pensar.

La pluma se detuvo y él levantó la cabeza.

—Yo no cometo faltas de ortografía —le dijo con arrogancia.

—Has usado una «i» en lugar de una «e». La frase dice «Esta actitud es insensata e inaceptable —le dijo, leyendo en alto—. Pierde importancia con la falta de ortografía.

—¿Puedes leer lo que escribo desde ahí? —se apoyó en el respaldo y la miró con curiosidad—. ¿Hasta el punto de distinguir una «i» de una «e»?

Lali asintió.

—No, si estuvieras escribiendo en italiano. Mi ortografía no es tan buena en italiano.

—En inglés tampoco.

Lali lo miró a la cara. No había ni un atisbo de duda en su expresión y ni siquiera se había molestado en comprobarlo, lo cual significaba que tenía demasiada confianza en sí mismo, o que ella se había equivocado.

Lali estiró las piernas, se quitó la manta y tomó el documento en las manos. Lo leyó cuidadosamente y entonces se lo devolvió sin decir ni una palabra.

La incertidumbre oscureció los ojos de Peter un instante y Lali se echó a reír sin poder evitarlo. Era tan agradable tener razón.

Él miró el papel y esbozó una triste sonrisa.

—Bruja pelirroja —le dijo, corrigiendo el error.

—No soy pelirroja.

—¿Y entonces qué eres? —le preguntó, arrojando los papeles sobre la mesa.

—Mi pelo es de color cobrizo —le dijo ella, apartándose los rizos de la cara—. Y tiene vida propia —añadió cuando un tirabuzón volvió a caerle sobre la frente.

—Como su dueña.

—Entonces te has dado cuenta —volvió a echar el rizo rebelde atrás, pero éste volvió a su sitio al instante.

—Me he dado cuenta.

—¿También te has dado cuenta de que soy virgen? —le preguntó en un tono casual.

15 y mas=)

18 comentarios:

  1. Madre mia si empiezan asi como acabaran.. Que le respondera peter??. MAS NOVE!!!

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  2. muy buena sube el proximo
    @arimurb

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  3. mmmm q paso peter no eras tan experto q no te diste cuenta? jajaja

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  4. buenisimaaa la noveee me la lei rapidisimo
    (nueva lectora)

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  5. espero los proximos caps

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  6. quiero saber q va a responder peter

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  7. soy capaz de firmar sola ehh para tener la respuesta de peter jajjaa

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  8. me avisas por twitter cuando subas??
    @beluu_x

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  9. massssssssssssmassssss

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  10. mas porfis esta espectalcular

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  11. masssssssssssssssss nove porfa

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  12. noveeeeeeeeeeeeeeeeee

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  13. Che esta gente habla sin filtro alguno, me encanta más!!

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  14. Y ahí Peter murió!JAJA!

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  15. Directos.Me encantó cuando Peter le cuenta como le dijo a su padre k se fuera xk ella sufría,la protege todo el tiempo.

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