Capítulo 3
—Es… Eso no ha tenido nada de gracia
—dijo Lali, tartamudeando. Su corazón comenzaba a latir a mil por hora. Aquella
conversación había dado un giro siniestro.
—Sé que estás herido y molesto, y
entiendo que sientes la necesidad de pagarla con alguien. ¡Pero eso no te da
derecho a mentir sobre mi familia!
—Tu hermano. Mis acusaciones van
dirigidas hacia un miembro de tu familia. A los demás les concedo el beneficio
de la duda… de momento.
Con cada palabra despiadada que salía de
su boca arrojaba más leña al fuego que ardía en el interior de Lali.
—¿Acusas a mi padre de ser un corrupto?
¿Cómo le atreves a decir una cosa así?
—Me atrevo, como dices tú, porque soy
banquero, y por eso no dejo que mi corazón controle mi cabeza.
—Creo que me he perdido —dijo Lali,
aturdida.
—Entonces deja que te lo explique.
Bianca es una mujer muy rica.
—Lo sé.
—Pero alguien podría hacerle pensar que
su amor de la infancia se ha vuelto rico.
—Creo que necesitas tiempo para pensar
las cosas —dijo Lali con seriedad y dio media vuelta.
—Vuestra relación… tan cercana, me hizo
sentir una gran curiosidad —dijo él con toda su calma mientras ella andaba
hacia la puerta—. Así que pensé que era buena idea investigarte a ti y a tu
familia.
—¡Investigar! —una vez más Lali se
volvió y lo miró con rabia—. ¿Pero quién te ha dado derecho a hacer algo así?
—El derecho de ser el futuro marido de
Bianca. Esa amistad tan íntima me tenía intrigado. Tú no eres su tipo, Lali —le
dijo sin más—. Cualquiera puede ver que Bianca está al otro lado de la acera, y
sin embargo, aquí estás, y te hospedas en el mejor hotel de Milán, todo a
cuenta de su familia. Llevas vestidos que ella te ha comprado para que no
desentonaras en presencia de sus amigos ricos. Y además estabas a punto de
tener la suerte de ser la primera dama de honor.
—Estaba —le espetó Lali, airada.
—Estabas —reconoció con un gesto—. Así
que decidí indagar un poco y… Adivina lo que averigüé. Espósito no está
atravesando una crisis pasajera, está a punto de irse a pique. Tu padre está
hasta el cuello de deudas. Tu hermano detesta el oficio y no quiere seguir con
el negocio.
Lali se sonrojó.
—Matthew quería ser artista.
—Oh, qué deseo tan romántico —le dijo,
con mofa—. Con sus rizos de oro y su atormentada sensibilidad es el príncipe
ideal para una joven tan impresionable como Bianca, pero tú… —siguió hablando
antes de que Lali pudiera objetar algo—. Tú tienes lo que hace falta para
taparle los ojos a la inocente Bianca y ocultarle los verdaderos tejemanejes de
tu hermano.
Lali se puso erguida.
—¿Ya has terminado de insultar a mi
familia? —le preguntó, deseando abofetearle.
—Orgullosa. Me gusta.
—¡Bueno, tú a mí no! Bianca y yo hemos
sido amigas desde los doce años. Su riqueza o mi pobreza nunca han supuesto un
problema porque la amistad verdadera es otra cosa. Mi familia trabaja duro para
ganarse la vida. ¡Todos trabajamos duro! Mi padre no desperdició su vida
viajando por el mundo y disfrutando de la vida disipada e inútil de un playboy
mimado proveniente de una familia podrida en dinero, pero disfuncional, cuyo
triste producto final ha resultado ser un cínico como tú. Y aunque mi hermano
sea distinto a todos nosotros, por lo menos sabe que lo quieren, mientras que a
ti, signor, a pesar de toda tu riqueza y tu arrogancia heredada, jamás te han
querido, o de lo contrario no serías tan frió y despiadado; siempre sospechando
de todo y de todos hasta el punto de ahondar en sus vidas a sus espaldas.
—¿Disfuncional? Tienes una idea muy
cínica de mi historia familiar, señorita Espósito. Me gustaría saber dónde
conseguiste esa información, y por qué, que es aún mucho más interesante.
—Yo… Bianca —dijo Lali, al darse cuenta
de que se había metido en una trampa.
Una bocanada de calor invadió sus
mejillas al recordar las horas que había pasado delante del ordenador, buscando
información sobre Juan Pedro De Lanzani.
—Ella me dijo que casarse contigo era
como pasar a formar parte de una dinastía porque tenía un buen nombre y
provenía de una estirpe de abolengo. Aquello sonaba tan frío y profesional que
pensé que estaba bromeando, pero ahora veo que estaba en un error. Tu corazón
debería estar hecho pedazos, pero en cambio te dedicas a acusarme y a insinuar
cosas absurdas.
—¿Has terminado? —le preguntó él cuando Lali
se ahogó con sus palabras.
La joven apretó los labios para sofocar
los temblores que la sacudían y asintió con la cabeza.
Él se levantó del escritorio.
—Bueno, ahora que hemos acabado con las
críticas y los insultos, volveremos al tema de nuestro matrimonio.
—¡No voy a casarme contigo! —gritó Lali,
desesperada, pensando que se había vuelto loco. Él rodeó el escritorio.
—Anoche me besaste.
Lali respiró profundamente al recordar
ese momento. Había rezado toda la noche para que aquello fuera un sueño, pero
él no lo había olvidado.
—Estaba bebida—alegó.
—Parecías estarlo —abrió un cajón y sacó
una gruesa carpeta que puso sobre el escritorio—. Claro que tal vez formaba
parte de la estrategia para desviar mi atención de los planes de Bianca.
Lali se quedó perpleja y las palabras
huyeron de sus labios.
Él esbozó una sonrisa de hielo.
—Todo puede estar sujeto a un mal
entendido, Lali. Cuando te acercaste a mí como una dulce virgen, tímida y algo
mareada, yo me sentí… halagado. Bueno… —abrió la carpeta—. Qué distinto parece
todo a la luz del día, con la mente clara, tras recuperar el sentido común. Ven
a ver esto.
Aquello no era una sugerencia. Lali
sintió un extraño cosquilleo sobre la piel. Sus temblorosas piernas se
arrastraron hasta el escritorio. Él giró el documento y señaló un apartado
específico.
Era un extracto bancario; un extracto
bancario con el apellido Espósito en el título.
—¿Có… cómo has conseguido eso? —susurró
ella.
—Soy banquero. Sólo tengo que tirar de
unos cuantos hilos y consultar con los contactos adecuados para conseguir lo
que quiero.
Lali no dejó escapar el doble sentido de
aquella afirmación.
—Mira donde señala mi dedo.
Ella lo hizo, y entonces se quedó
petrificada.
—La fecha demuestra que la cuenta de tu
empresa recibió una enorme inyección de capital hace dos días —le dijo él.
Cinco millones y medio… Lali nunca había
visto tanto dinero junto.
—Si miras la línea siguiente verás que
el dinero fue retirado ese mismo día.
—No —exclamó Lali, negándose a creer
aquella insinuación—. Tengo que llamar a mi padre.
Blanca como la leche, Lali empezó a
sentir mareos y se dirigió hacia la puerta.
—No vas a llamar a nadie —dijo aquella
voz terroríficamente pausada—. En este momento tengo la situación bajo control
y tengo intención de que siga siendo así. Si alguien más interviene las cosas
podrían complicarse.
—¿Qué es lo que tienes bajo control?
—A ti… No sabía por qué tu padre había
retirado el dinero del préstamo que tanto le había costado conseguir
inmediatamente después de obtenerlo. La carta de Bianca resolvió todas mis
dudas.
Lali sintió ganas de sentarse. La única
silla disponible estaba a varios metros del escritorio. La joven se dejó caer
en ella. La cabeza le daba vueltas y las piezas de aquel complicado puzzle
escapaban a su obnubilado raciocinio.
—Tu hermano es la única persona, aparte
de tu padre, que tiene acceso a las cuentas. Sólo hay que encajar las piezas, Lali.
No es difícil entender que tu hermano ha robado el dinero para llevar a cabo su
romántica fuga con Bianca. Si tuviste algo que ver en ello, deberías tener en
cuenta que te tocará pagar las consecuencias.
En ese momento lo último que le
preocupaba a Lali era lo que iba a pasar con ella. Estaba muy preocupada por su
padre. Cuando descubriera lo que Matthew había hecho…
—También tengo que decirte que aunque
seas completamente inocente, vas a sufrir las consecuencias de todos modos…
porque quiero una recompensa por haber sido tratado como un *******, y si eso
significa ponerte el traje de Bianca y casarme contigo en su lugar, entonces
así será.
—¡Por el amor de Dios! —Lali se puso en
pie de un salto—. ¿No crees que las cosas ya están bastante mal como para que
te dé un arrebato de locura?
Él se echó a reír y Lali se quedó
perpleja.
—Tienes una forma muy curiosa de
expresarte.
Si el escritorio no se hubiera
interpuesto en su camino, se le habría tirado encima como un animal acorralado.
—¡No me voy a casar contigo! —dijo la
joven.
—¿Por qué no? —le preguntó y se sentó en
la silla del escritorio, con gesto desafiante—. ¿Tengo algo de malo?
—No me pidas que haga una lista —murmuró
Lali, cruzándose de brazos y buscando algo de sentido en aquella absurda
situación—. Tienes los ojos de un león.
—Los leones marcan su territorio y
protegen a su manada con fiereza, pero no cazan —le respondió con pereza.
—¿Y eso qué significa?
Él se encogió de hombros.
—Estoy listo para… buscar pareja. Quiero
tener… descendencia. No tuve que cazar a Bianca porque ella siempre ha estado
ahí, lista para reclamar lo suyo al hacerse mayor. Y ahora tú estás aquí —esos
ojos de oro se clavaron en el rostro de Lali—. Tú tampoco necesitas salir a
cazar porque yo te he cazado y encadenado gracias a tu hermano y a la atracción
por mí que tanto te cuesta esconder.
—Yo no me siento atraída por ti de
ninguna forma.
—¿Entonces por qué me diste aquel beso
tan dulce?
—Oh, por el amor de Dios. ¡No fue un
beso! ¡Rocé mis labios contra tu cuello por accidente! ¡Y estaba bebida!
—Algo mareada, después de muchos meses
de lujuria contenida. La atracción que sientes por mí es algo que no puedes
ocultar. Siempre ha estado presente en tu lenguaje corporal desde la primera
vez que nos vimos en Londres. Nunca has podido resistirle —le dijo con
arrogancia—. Lo noté cuando nos encontramos en el ascensor en Milán, y anoche
también, mientras bailábamos juntos y yo sucumbía a la tentación. También lo
sentí cuando rozaste tus labios contra mi cuello.
Lali retrocedió, a punto de ahogarse en
un charco de vergüenza.
—Tú tienes más de diez años que yo, y
eso te convierte en un hombre demasiado viejo para mí, signor.
—Treinta y cuatro y veintidós es una
buena diferencia, cara.
Aquélla era la primera vez que usaba esa
palabra para dirigirse a ella. El sonido de su voz al pronunciarla se escurrió
por la espalda de Lali como un escalofrío.
—Yo puedo ofrecerle experiencia y
lealtad, y tú me das juventud y belleza, y también lealtad. Tomando el lugar de
tu amiga puedes proteger a tu padre del peor escándalo que puedas imaginar si
su nombre se ve involucrado en este asunto.
—Qué despiadado eres —Lali cruzó los
brazos temblando.
—No en la cama.
—¿Y eso es todo? En la cama puedo
disfrutar de tu lado más humano y también de una fabulosa experiencia mientras
que fuera de ella desempeño el papel de una esposa trofeo, rica y mimada; una
esposa que salva tu reputación. ¿Ni afectos, ni amor?
—El amor está sobreestimado.
—No esperaba otra cosa de ti.
—¿Estás hablando de mi familia
disfuncional de nuevo?
—Estoy hablando de un hecho muy
sencillo: no me gustas en absoluto.
—Pero me deseas desesperadamente.
Lali frunció el ceño, incómoda.
—Te excitas con sólo mirarme. Sabes que
el sexo será muy bueno conmigo y no puedes apartarlo de tu mente. Si fuera
hacia ti y te estrechara en mis brazos te derretirías como una vela.
—¿Sin la cama y las sábanas? —la
pregunta sarcástica escapó de sus labios antes de que pudiera evitarlo.
Peter se echó a reír.
—Puedo adaptarme si es preciso.
Ante tanta insolencia y pretensión, Lali
no dudó en contraatacar.
—¿Entonces aceptarías tener un
apasionado encuentro sexual conmigo si un día apareciera en tu oficina para
seducirte, aunque estuvieras ocupado hablando por teléfono, ganando millones?
—¿Ésa es una de tus fantasías? —le
preguntó, haciéndola sonrojar—. En ese caso, haría todo lo que está en mi mano
para hacerle sentir bien, y me aseguraría de que no lleves pantys —le dijo,
mirándola de arriba abajo—. Es fácil librarse de las medias, pero los pantys
indican una falla de refinamiento, y si tu fantasía me obliga a hacer millones
mientras te doy placer, cuanto más fácil me pongas las cosas, más placer
obtendrás de mí.
—Dios, eres insufrible —Lali dio media
vuelta, incapaz de creer que pudiera hablar con tanto cinismo y odiándose a sí
misma por haberle dado la oportunidad.
—Es que tengo más experiencia que tú en
el juego. Pero el sexo sobre mi escritorio mientras hablo por teléfono es toda
una novedad —admitió—. Quizá deberíamos intentarlo.
Lali levantó los hombros y los brazos,
como si así pudiera borrar su escandalosa sugerencia. Él tenía razón. Tenía
mucha más experiencia que ella y lo único que había conseguido desafiándole era
caer en la trampa.
—¿Sabes por qué se han fugado los
amantes? —le preguntó, sin pensárselo dos veces.
—No —ella sacudió la cabeza.
—¿Ya sabes por qué tu pelo arde en
llamas cada vez que lo ilumina la luz del sol?
Aquel comentario sutil la hizo darse la
vuelta súbitamente.
—Por Dios, deja de jugar a este juego.
—No es ningún juego —le dijo él, seguro
de sí mismo—. Cásate conmigo la próxima semana y tu vida sexual será ardiente y
emocionante.
—¿Quién le ha dicho que mi vida sexual
es…?
—Bianca. ¿Quién si no?
Lali se quedó sin palabras ante aquella
traición.
—Según ella saliste con dos tipos que no
duraron ni un asalto en la cama. Ingleses… Claro… No saben lo que es el
refinamiento.
—¿Y tú crees que hablarme así demuestra
algo de refinamiento?
Lali sintió una profunda angustia y una
punzada de dolor al ver que su mejor amiga la había decepcionado. ¿Cómo se
había atrevido a hablarle de su vida privada? ¿Cómo se había atrevido a decir
tantas mentiras?
—Bueno, yo creo que no. Y ya no quiero
escuchar nada más —concluyó sin darle tiempo a responder.
Dio media vuelta, dispuesta a irse a
casa.
Pero él no iba a dejarla marchar así
como así.
—Cásate conmigo la próxima semana y yo
pagaré las deudas de tu padre. Pagaré el préstamo y enviaré a un equipo de
expertos para que lo ayuden a recuperar la empresa.
Lali se paró en seco.
—Yo financiaré el negocio hasta que
funcione por sí solo. Si no te casas conmigo la próxima semana, correré un
rumor de malversación de fondos y disfrutaré del espectáculo.
En ese momento Lali se dio cuenta de que
aquel hombre estaba dispuesto a todo por recuperar su honor.
—Me lo deben, Lali —dijo en un tono
siniestro—. O pagas la deuda de tu familia, o la paga tu familia. Tienes el
lujo de poder elegir porque te deseo.
—Esto es sólo venganza—susurró ella.
—La venganza no es más que pasión, mi
amore. Mi consejo es que aproveches la oferta mientras la sed de venganza corre
por mis venas.
Palabras… Él era muy hábil con las
palabras; tan hábil que había conseguido enredar sus emociones. Lali fue hacia
una de las ventanas y contempló el lago, radiante bajo la neblina que descendía
de las montañas. El pueblo de Bellagio no era más que una mancha blanca en la
otra orilla.
Tan cerca, y sin embargo tan lejos. Bien
podría haber estado atrapada en una isla; la prisionera de Peter. Él le había
dejado muy claro que no iba a ir a ninguna parle sin su expreso consentimiento.
Y Matthew… ¿Por qué lo había hecho? Era
mayor que ella, pero tenía buenas razones para estar resentido contra su padre
por haberse negado a que su hijo hiciera lo que quisiera con su propia vida.
¿Se había llevado el dinero para vengarse? ¿Acaso Bianca lo había animado a
hacerlo porque su padre les había impedido llevar a cabo su romántico
matrimonio dos años antes?
La señora Moreno le había dicho a Edward
Espósito que no estaba actuando bien. Tan dramática como siempre, le había
dicho que sólo conseguiría crear a un Romeo y a una Julieta si les prohibía
verse.
Tuviera o no razón, parecía que sus
predicciones se habían hecho realidad. Lali sólo esperaba que su hermano y
Bianca no estuvieran dispuestos a llegar al límite. No obstante, llevar las
cosas tan lejos ya era alarmante, sobre todo porque habían tenido otras
relaciones desde su ruptura; y la más importante de esas relaciones era la que
Bianca había tenido con el hombre que en ese momento estaba ante sus ojos,
esperando una respuesta.
Lali no podía negar que se sentía
dolida. Ninguno de los dos había confiado en ella.
—¿Qué va a pasar con ellos cuando
vuelvan a aparecer?
—Bianca no ha hecho nada malo, excepto
cambiar de idea respecto a nuestro matrimonio; el derecho de una mujer. En
cuanto a tu hermano, depende de tu padre y del banco.
Claro, conciso y sincero. Ni siquiera se
había molestado en recordarle que él era el que mantenía el hacha sobre la
cabeza de Matthew.
—No llevaré el traje de novia de Bianca
—susurró la joven—. No me casaré contigo en una iglesia y no dejaré que me
compres nada que no sea estrictamente necesario para el papel que tengo que
desempeñar. Y no dejaré de trabajar porque tengo que ganar dinero para pagarle
hasta el último centavo que invertirás en Espósito's.
—Tú te casarás conmigo según lo
previsto. Aceptarás agradecida todo lo que yo decida darte y no volverás al
trabajo.
Lali lo miró fijamente al recibir aquella
patada.
—N… no puedes ponerme en el lugar de
Bianca así como así. ¡Las autoridades no lo permitirán!
—No quiero parecer repetitivo, pero el
dinero manda.
—Te desprecio.
—Sin embargo, ocuparás el lugar de
Bianca con orgullo y dignidad, y engañarás al mundo haciéndoles creer que
fuimos tú y yo los que descubrimos que no podían vivir el uno sin el otro. Y no
me pagarás con nada excepto con un hijo. Con esa idea en mente vendrás a
nuestra cama nupcial con afecto y sinceridad, lo que significa que no lucharás
contra lo que ambos sentimos.
—¿Puedo irme ya? —estaba tan cerca de
las lágrimas que apenas podía guardar la compostura. Aquella súplica ahogada
hizo que Peter tuviera que reprimir un juramento. Se puso en pie e hizo ademán
de acercarse a ella, pero entonces se detuvo.
—En un momento —le dijo; su rostro había
vuelto a ser una fría máscara, dura e impenetrable—. Todavía tenemos que
discutir algunos detalles.
—¿Discutir? ¿Acaso puedo opinar?
—Probablemente —hizo una mueca—. Pero me
parece que no, porque como estaba a punto de decir, prefiero hablar con tu
padre antes de que tú lo hagas. Esto no está abierto a la discusión —dijo al
ver que intentaba decir algo—. Además, ya no volverás al hotel de Milán porque
vivirás aquí a partir de ahora.
Lali apretó los dedos contra los labios
para contener los temblores.
—Como una prisionera.
—No. Aquí puedo protegerte del escándalo
que está a punto de golpearnos. Voy a hacerlo público hoy mismo, y el hotel de
Milán estará sitiado. También sospecho que a los Moreno no les va a hacer mucha
gracia. Tú sentirás pena por ellos. Yo no.
—Menuda broma —dijo Lali, riéndose
frenéticamente—. ¿Por qué crees que me enviaron a mí?
La sorpresa iluminó sus ojos de oro un
instante.
—Entonces están asustados. Bien, eso
juega a nuestro favor.
—¿Por qué no dejas de hablar como si
esto tuviera algo que ver conmigo cuando no es así? ¡Yo sólo soy el peón que
vas a utilizar para salvar tu estúpido orgullo!
—Los peones son fichas muy poderosas en
el tablero.
—¡Oh, cállale! ¿Tienes idea de la rabia
que siento cuando encuentras respuestas para todo?
—Parece que no —esbozó un atisbo de
sonrisa cínica—. Intentaré corregir ese mal hábito.
Lali respiró profundamente y soltó el
aliento.
—¿Puedo irme ahora?
Peter hizo una llamada telefónica y
empezó a dar instrucciones en italiano al que estaba al otro lado de la línea.
—¿Has entendido algo? —le preguntó
después.
—Un poco —había aprendido algo de
italiano gracias a Bianca—. Has ordenado preparar una habitación para mí.
—Estará lista en unos minutos.
Rodeó el escritorio y fue hacia Lali,
que sintió deseos de echar a correr. Se detuvo justo delante de ella.
—¿Qué?
El guardó silencio. La miró con una
expresión desconcertante y entonces le tocó la mejilla con suavidad. Lali dejó
escapar un suspiro. Una parte de ella quería alejarse de él y la otra no estaba
dispuesta a dejarla sucumbir a sus caricias. No podía dejarle ver cosas que no
quería que supiera.
—Te propongo un trato —le dijo,
deslizando el dedo por la comisura de sus labios—. Puedes pagarme lo que me
debes con tus besos. Digamos… Un beso a un euro… Y si empezamos ahora…
Peter se acercó peligrosamente y deslizó
la mano sobre la cabellera de Lali.
Ella quería empujarlo, pero no fue capaz
de mover ni un solo dedo. Un hormigueo agradable recorrió su cuerpo, fascinado
por la expresión de aquel hermoso rostro masculino.
Un suspiro incontenible la hizo
entreabrir los labios y Peter lo sofocó con los suyos.
Después retrocedió un instante y
escudriñó la mirada de Lali, buscando una reacción.
—Grises —murmuró e hizo una mueca—. Voy
a tener que esforzarme más.
Volvió a acercarse, la agarró de la
barbilla y le dio otro beso ardiente. Una bocanada de aire caliente inundó el
cuerpo de la joven, que dejó escapar un gemido incontrolable.
—Casi verdes —le dijo él al apartarse—.
Ya me has pagado dos euros.
Sonrió fugazmente y dio media vuelta.
Abrió la puerta y la cerró tras de sí, dejándola a solas con su propia
impotencia. Aunque aturdida, Lali no tuvo más remedio que afrontar la realidad:
acababa de darle la prueba que él necesitaba para confirmar sus sospechas.
No tenía fuerzas para luchar contra él.
Llevaba semanas resistiéndose a aquella atracción incomprensible, pero era
inútil. Cada vez que sentía el roce de aquellos labios una llama se encendía en
su interior, y él lo había notado.
El trato estaba hecho.
me encanta esta novela siguela esta espextacular
ResponderEliminarMe da cosa Lali,es tratada como un objeto,q mal su hno y su amiga,a esos + vale perderlos q encontrarlos!
ResponderEliminarMAS MAS
ResponderEliminarnueva lectora masss noveee :D
ResponderEliminarSin comerlo ,ni beberlo,¡zas! se ve atrapada.Peter es implacable.
ResponderEliminarES genial!!! Este peter es como un poco mucho soberbio!!! Más!!1
ResponderEliminar+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
ResponderEliminarEsta muy muy buena la nove me encanta mas mas
ResponderEliminarPeter en esta nove me cae fatal jejeje. MAS NOVE!!!
ResponderEliminarNueva lectora! :D
ResponderEliminarME ENCANTA! Escribes re bien!
Más nove!
Un beso desde Italia! :*
(mi twitter es: @Ale_06_)
mas nove esta muy buena
ResponderEliminar@arimurb
hola uff esta re buena me enganche de una eres buenisima escribiendo espero mas nove por ahora voy a seguir con los caps que me faltan
ResponderEliminar@martm
hola uff esta re buena me enganche de una eres buenisima escribiendo espero mas nove por ahora voy a seguir con los caps que me faltan
ResponderEliminar@martm