martes, 7 de agosto de 2012

Capitulo 9

Hola la nove tiene 11 caps asi que seviene el final! firmen mucho y los subo mañana se vienen muchos cambios besos para todos♥

Capítulo 9



«Es un hombre extraño…», pensó Lali por enésima vez mientras le veía charlar con uno de los granjeros bajo un sol inclemente. Estaba sentada en el porche de una pequeña casa pintada en azul, bebiendo un refresco que le había dado la esposa del campesino.

Por lo que Lali había visto en los dos días que llevaba en la isla, él tenía tres caras distintas; fría y sofisticada para sus amistades, seria y grave para los negocios, y caliente y apasionada para ella. Lali a veces se preguntaba si su mente y su cuerpo sobrevivirían a aquellas exigencias carnales agotadoras, sobre todo cuando la despertaba en mitad de la noche para hacerle el amor sin que ella pudiera decir nada.

Estaba enganchada a Juan Pedro De Lanzani… Le dio otro sorbo al refrigerio y se preguntó si todo seguiría siendo igual cuando volvieran a la realidad dos días después.

Milán, el mundo real, no el refugio del lago Como… Peter volvería a su vida ocupada y ella…

La cadena de pensamientos se paró en seco porque no sabía qué hacer a continuación. No sabía qué los esperaba a la vuelta. Peter había conseguido escapar del mundo real durante unos días. Seguramente él tampoco sabía qué se iba a encontrar.

Ni siquiera sabía si Matthew y Bianca habían reaparecido. No había hablado con su padre. No quería hacerlo y Juan Pedro no le había comentado nada al respecto. Y después del altercado de la foto de bodas ella no se había atrevido a volver a sacar el tema porque se había dado cuenta de que prefería fingir que ésa era la auténtica realidad.

Peter se volvió hacia ella y el corazón de Lali se encogió. Él llevaba todo el día de mal humor y su estado de ánimo aún se reflejaba en sus ojos dorados.

«Te amo…», pensó Lali mientras avanzaba hacia ella.

—¿Te importa si bebo un poco de tu refresco? —agarró el vaso sin esperar una respuesta y se terminó lo que quedaba antes de que Lali pudiera decirle que la esposa del granjero también le había servido un vaso.

Hermoso, cortés, insolente, arrogante… Lali le observó mientras se bebía el refresco con una mueca en la cara. A él también le había sabido raro.

En los últimos días la había llevado a todos sitios. Lali había conocido a amigos millonarios y a campesinos paupérrimos, pero todos la habían recibido con cálidas sonrisas y efusivas bienvenidas que reflejaban sus sentimientos hacia él y su abuela, cuyo parecido con ella no había pasado inadvertido para nadie.

La esposa del campesino salió al porche y empezó a hablar con él en cajún. Lali escuchó con atención aunque no pudiera entender ni una palabra.

El sonido y la cadencia de su voz la habían hechizado.

—¿Cuántos idiomas hablas? —le preguntó en el camino de vuelta.

—No lo sé. Se me dan bien los idiomas —se encogió de hombros como si no fuera para tanto.

Lali se volvió hacia él y observó su hermoso perfil. En los labios tenía un atisbo de sonrisa.

—¿Qué? —le preguntó él, mirándola fugazmente.

—Arrogante.

—Creía que eso ya había quedado claro —volvió la vista al frente.

—Engreído entonces, si le quitas importancia a ser políglota.

—¿Políglota? —esbozó una sonrisa sexy—. Tienes una manera muy peculiar de hacerme cumplidos, cara. Y tú también tienes talentos propios.

—¿Como qué? —le preguntó Lali con ironía—. ¿Llevar un tono de rosa que me hace parecer un esperpento sólo porque a ti te gusta? —le dijo, tocándose el sombrero que él le había regalado.

—Sin duda ése es uno de ellos —asintió con una sonrisa—. Y también tienes la facultad de ser paciente y discreta cuando estamos con otras personas, lo cual no hace sino realzar tu aire de misterio.

—¿Aire de misterio? —Lali hizo una mueca—. Sólo soy tímida. Lo sabes bien.

—Excepto conmigo… —la luz del sol iluminó su oscuro cabello—. Y entonces aparece otro de tus talentos; la Lali salvaje, apasionada y provocativa. Así te veo en este momento.

—¡No estoy siendo provocativa! —dijo Lali.

—¿Y qué me dices de esa forma de sentarle como una inocente gatita, cuando sabes perfectamente que la falda se te ha subido hasta los muslos?

—Tu mente sólo va en una dirección —le dijo y se arregló la falda.

—Tú haces que sea así. Y además tienes otro talento increíble que realmente me impresiona porque no conozco a nadie que pueda beberse más de un trago del ponche de ron de Marina y aún sea capaz de andar en línea recta, ya no digamos mantener una conversación coherente.

Lali abrió los ojos, completamente estupefacta.

—Entonces ése era el extraño sabor que noté —le dijo, relamiéndose.

—El ponche de ron casero de Martha —Peter asintió—. Y ahora te llevaré a casa y te meteré en la cama antes de que te haga efecto.

—Ron —repitió Lali al tiempo que sentía los primeros mareos.

Ella sólo había probado el ron en una ocasión; sólo una vez, porque los efectos de los que hablaba Peter eran tan…

—No vas a acercarte a ninguna cama conmigo —le dijo, estirando las piernas e irguiéndose en el asiento.

—Pero nos lo pasamos muy bien, cara. Tú perdiste todas las inhibiciones y yo disfruté de todos los beneficios.

—No sabía como el ron que probé entonces.

—El ron que Martha hace no tiene nada que ver con el ron añejo, cuidadosamente destilado y embotellado. Éste último es más bien como el coñac francés, y el de Martha se parece más a una poción de brujas.

—Tú te bebiste la mitad de mi copa —le dijo ella.

—Mm.

Lali entendió perfectamente lo que quería decir.

Las piernas apenas la sostenían cuando intentó bajar del coche. Peter se echó a reír y la llevó en brazos hasta la casa.

—Sabes a De Lanzani —susurró ella mientras probaba su piel de caramelo.

—Me lo tomaré como un cumplido.

—Mm.

Abrió la puerta de una patada y la acostó en la cama. Lali no quería soltarle, así que tuvo que zafarse de ella como pudo para volver a cerrar la puerta. Cuando se dio la vuelta ella ya estaba semi-desnuda, arrodillada en medio de la cama como una sirena sobre un mar de sábanas blancas.

—Llevas demasiada ropa —le dijo al verlo acercarse.

—¿Crees que no me conozco esto? Él se quitó la ropa y ella se despojó del top y del sujetador.

—Me siento tan sexy que quiero recorrer tu cuerpo palmo a palmo —le dijo.

—Más tarde —murmuró él. Se metió en la cama, la levantó y la sentó a horcajadas sobre sí mismo.

Lali se echó hacia delante y le puso los brazos alrededor del cuello, buscando su boca sin cesar y moviendo las caderas con frenesí. En un momento dado su sexo desnudo se topó con la embestida poderosa de la erección de Peter, estremeciéndola de pies de cabeza. Él la agarró de la cintura con firmeza para que pudiera cabalgar a su propio ritmo.

Y así Lali se dejó llevar por la ola de frenesí, gimiendo, suspirando e incluso riendo hasta llegar a la misma gloria. Prolongó la dulce agonía durante tanto tiempo que la caída por el precipicio fue una apoteosis de éxtasis.

—Si vuelves a beber ron en compañía de otros, te mato —murmuró Peter sobre la melena de Lali.

—Ya te deseo de nuevo —dijo ella.



«La pasión lo es todo en el paraíso…», pensó Lali un rato más tarde, tumbada boca abajo con los ojos cerrados. No había una sola célula de su cuerpo que no se sintiera como nueva.

Peter salió del cuarto de baño y su aroma a limpio inundó la estancia. Se acostó a su lado y deslizó la punta del dedo a lo largo de la espalda de Lali. Ella sonrió.

—Creo que eres espectacular, sensual, un amante fabuloso —le dijo.



—Y yo creo que todavía sigues embriagada —le dijo él con sequedad—. Lo cual significa que más tarde, cuando recuerdes todo lo que me has dicho, te odiarás a ti misma.

—Eso no es bueno para tu ego —dijo Lali—. Oh, por favor, hazlo de nuevo. Ha sido maravilloso.

Pero él no lo hizo. En cambio, se acostó boca arriba y fijó la vista en el techo.

—Lali —le dijo con gesto serio—. Necesito que te concentres un momento porque tengo algo que decirle…

Al ver que guardaba silencio se volvió hacia ella y descubrió que estaba dormida. Suspiró profundamente, volvió a mirar hacia arriba, y decidió que las noticias que había visto en Internet podían esperar.

Sin embargo, los acontecimientos estaban a punto de precipitarse sobre ellos.



Lali se despertó en una cama vacía. Tenía la cabeza embotada y los sentidos entumecidos. Todo era culpa del ron… Haciendo un gran esfuerzo con sus doloridos músculos, se arrastró hasta la ducha y entonces recordó cómo había pasado la tarde.

Mientras se desenredaba el cabello húmedo, miró por la ventana y fue entonces cuando supo que algo había cambiado. Había dos hombres vigilando la playa.

Dejó el peine y salió del dormitorio. Por el pasillo se cruzó con dos sirvientas con gesto preocupado. Las dos la saludaron a toda prisa y siguieron adelante.

Intrigada, la joven siguió avanzando por el pasillo guiada por la enérgica voz de Peter. Lo encontró en el pequeño comedor, sirviéndose una taza de café mientras hablaba por el móvil. Llevaba los mismos pantalones cortos y la camiseta que tan rápido se había quitado un rato antes, pero por lo demás se había convertido en otra persona. Aquel rictus serio, la voz tensa, sus movimientos bruscos…

—¿Qué? —le preguntó Lali cuando se volvió hacia ella.

Cerró el teléfono y lo arrojó sobre la mesa.

—Han descubierto nuestro escondite —le dijo directamente—. Elena Romano decidió que sería divertido publicarlo en Internet. La cara más tierna de Juan Pedro De Lanzani… —hizo una mueca de rabia—. Tu sombrero rosa ha causado sensación. Seguro que debió de hacernos la foto cuando íbamos hacia el coche aquel día.

—Pero… ¿Por qué querría hacerlo ahora, dos semanas más tarde? —preguntó Lali, frunciendo el ceño y avanzando hacia él.

—Fabio la ha echado de la casa. La pilló en una… situación comprometedora, por lo visto, con uno de sus ayudantes. Supongo que ha decidido usar lo nuestro para distraer la atención de los medios.

—¿Y lo ha conseguido?

—Sí —Peter le dio la taza de café que acababa de servir—. Los medios ya están en la isla, lo que significa que tendremos que irnos antes de lo previsto.

Un rato más tarde un helicóptero aterrizó en el césped cercano a la piscina. Lali lo vio llegar por la ventana. Peter había establecido un riguroso perímetro de seguridad con guardaespaldas apostados en todos los rincones.

—¿Crees que todo esto es necesario? —le preguntó.

—Sí—respondió él—. Tengo más noticias…

Lali lo miró fijamente.

—Los amantes fugados han reaparecido. Bianca está en la casa de Vito Moreno en Sydney y tu hermano ha vuelto a Inglaterra.

Lali contuvo la respiración.

—Lo arrestaron en Gatwick y está siendo interrogado por la policía en este preciso momento.

—Pero creía que ibas a…

—Lo confesó todo, cara —le dijo Peter, preocupado—. Confesó voluntariamente haberse llevado el dinero de Espósito's y destrozó mi tapadera. Ahora tendré que rendir cuentas en Milán. Salimos dentro de diez minutos.

Diez minutos no era nada comparado con las nueve horas que les llevó regresar a Milán. Peter no dijo ni una palabra durante todo el vuelo. Se había escondido detrás de una fría pared de hielo y Lali no podía culparlo por ello. Su orgullo había resultado herido, su integridad… Lali pensó que jamás podría perdonarlos por lo ocurrido.

Y el único consuelo que tenía era que el arresto de Matthew no se había filtrado a los medios. Peter se había pasado la mayor parte del viaje hablando por teléfono para garantizar la discreción de los implicados.

Llegaron al aeropuerto de Linate a primera hora de la mañana. Negros nubarrones tapaban el sol y no paraba de llover. Una limusina con lunas tintadas los recogió a su llegada para llevarlos a la ciudad.

Peter continuó hablando por teléfono durante el viaje en coche. El monótono flujo de su voz parecía incansable a pesar de las circunstancias. Lali, por el contrario, había desconectado muchas horas antes.

Media hora después estaban en su apartamento de Milán. Mientras él miraba el correo, Lali miró a su alrededor. Los dos sabían que la realidad se les había echado encima.

—Te enseñaré la casa en un minuto —le dijo un momento después.

Lali se volvió y esbozó una leve sonrisa.

—He estado aquí —dijo y volvió a darle la espalda.

Incluso su voz sonaba diferente; sosegada, fría, distante…

Había sido en una fiesta, una semana después de su llegada a Milán. Aquel día también llevaba un traje y su voz sonaba exactamente igual que en ese momento. Juan Pedro De Lanzani, entonces prometido de Bianca, se había paseado entre los invitados con la gracia y la elegancia de un príncipe. Apenas había reparado en ella, aunque sí le había hablado en una ocasión.

«Ciao, ¿qué tal? ¿Se lo está pasando bien?…»

¿Recordaba su nombre aquel día?

Lali sonrió. Claro que lo recordaba. Él era un hombre que hablaba varios idiomas, así que un simple nombre era fácil de recordar para él.

—Pasaremos la mayor parte del tiempo aquí, así que puedes cambiarte y hacer lo que te apetezca.

Lali asintió con la cabeza y entró en el sofisticado salón. Fue hacia la ventana y contempló la vista. Las cortinas de seda gris y los cojines a juego iban tan bien con el cuero marrón de los muebles…

Se apartó de la ventana y se lo encontró de pie en el vestíbulo. Su expresión era indescriptible.

—¿Puedo tener mi propia habitación? —Lali no sabía que iba a decirlo hasta que las palabras salieron de su boca.

—¿Qué clase de habitación?

«No quiero dormir contigo nunca más…», pensó, pero no lo dijo en voz alta.

—Mi propio espacio —dijo finalmente, encogiéndose de hombros—. Algún sitio donde pueda poner mis trastos cuando me los traigan.

—¿Te gustan los trastos? —levantó una ceja como si sintiera curiosidad. Sin embargo, él sabía muy bien por qué se andaba con rodeos.

Lali asintió y apretó los labios para que no temblaran. Un nudo se estaba formando en su garganta.

Un abismo infranqueable se estaba abriendo entre ellos, pero no tenía nada que ver con la amplitud de la habitación. De repente Lali se dio cuenta de la diferencia de edad entre ellos. Aquellos doce años le permitían comportarse con más seguridad en los momentos difíciles, mientras que ella…

Tragó con dificultad. Su corazón latía sin control, consciente del obstáculo que los separaba; un abismo que se había hecho más grande cuando él había salido del dormitorio del avión vestido con ese traje elegante y le había sugerido que se cambiara de ropa. Se miró a sí misma. Aquel vestido color gris pálido había aparecido detrás de la puerta del dormitorio como por arte de magia, y ella se sentía como una extraña dentro de él; una persona cuidosamente diseñada para encajar con él.



Pero en realidad ella no era más que…

—¿Qué ocurre, varal? —le preguntó él.

Las lágrimas que se acumulaban en su garganta amenazaban con aflorar a sus ojos.

—Nada —logró decirle, aunque sin saber cómo—. Es que me siento rara aquí… fuera de lugar.

—Te acostumbrarás.

—Es el…

El teléfono comenzó a sonar por primera vez después de semanas y los dos se sobresaltaron. Peter fue a contestar y Lali fue tras él. El aparato estaba en lo que parecía un estudio. Lali continuó su camino hacia la parte de atrás de la casa, donde estaba la cocina, y se entretuvo buscando las cosas necesarias para preparar café.

Cuando le oyó entrar en la cocina, no se volvió hacia él.

—Tengo que salir—le dijo.

Ella asintió y apretó los labios. Deseaba decir algo sobre Matthew y el lío en que lo había metido su familia, pero no era capaz de encontrar las palabras adecuadas.

—No sé cuándo volveré, pero uno de mis empleadas, Abriana Trislano, estará contigo para aconsejarte si ocurre algo imprevisto.

—¿Una asistente personal?

Él asintió.

—Es buena. Deja que se ocupe de todo. Tiene mi número de móvil por si necesita… alguna aclaración.

«Esto no me gusta», pensó Lali.

—Preferiría ir contigo. Que me vean contigo.

Él sonrió por primera vez en muchas horas.

—Alttore, tenerte a mi lado seria una distracción irresistible, como lo es darte un beso por haberlo sugerido.

Lali se movió. Tenía que hacerlo.

—Entonces yo iré hacia ti —le rodeó el cuello con los brazos y le dio un beso, lo quisiera o no. Peter sabía y olía a fuego.

Él se dejó llevar por sus caricias y deslizó las manos por debajo de su chaqueta para atraerla hacia sí, disipando así la incertidumbre que Lali llevaba consigo.

—No te dejes avasallar —le dijo ella cuando sus labios se separaron.

—Lo conseguiremos.

—Tengo miedo —le confesó en un susurro.

—No tienes por qué —le dijo con otro beso—. Sé lo que me hago.

Llamaron a la puerta y él fue a abrir. Mientras avanzaba por el pasillo el hombre de fuego fue reemplazado por otro de hielo.

Abriana era agradable, pero Lali albergaba algún que otro reparo. Se había presentado allí en vaqueros y zapatillas, con dulces frescos de una pastelería cercana. Su naturaleza afectuosa y afable mantenía a raya la ansiedad de Lali y se ocupaba de las llamadas telefónicas y visitas con gran eficiencia.

No obstante, en menos de veinticuatro horas Lali se dio cuenta de que estaba tan aislada como lo había estado en el lago Como. Peter intentaba protegerla de la nueva oleada de interés mediático suscitada por los últimos acontecimientos.

Ni llamadas, ni periódicos… Pero Peter no podía impedirle que viera la televisión, en la que informaban a menudo sobre el presunto abuso de poder del presidente del banco De Lanzani a la hora de conceder un préstamo a su suegro.

—Peter te aconsejó que no vieras estas cosas —le dijo Abriana, preocupada al ver su cara pálida—. Él no ha hecho nada malo. Usó su propio dinero, no el del banco, y puede demostrarlo.

—Sí —dijo Lali, intentando creer lo que Abriana le decía.

Sin embargo, ella sabía más que la empleada de Peter, y también sabía que no le habrían llamado a comparecer si todo hubiera estado tan claro.

Apenas le vio durante la semana siguiente. Aunque volviera al apartamento cada noche, siempre regresaba a altas horas de la noche, cansado y taciturno. A medida que avanzaban los días, Lali comenzó a ver cómo la tensión dibujaba surcos en su inmaculado rostro bronceado. Además, ni siquiera dormía con ella. Él decía que no quería molestarla y ella fingía entenderlo, pero lo echaba de menos. Lo echaba tanto de menos.

Una semana después de su llegada a Milán, Lali sintió movimiento sobre el colchón y despertó de un sueño inquieto. Un par de manos familiares la agarraban con fuerza y unos labios de fuego la besaban con avidez.

En cuanto la dejó tomar aliento, ella buscó su mirada en la penumbra. Parecía diferente, relajado. La tensión y la incertidumbre habían desaparecido de su rostro.

—¿Ha terminado?

Él asintió, apoyándose en un antebrazo para poder mirarla.

—Tu hermano está libre. El banco decidió no presentar cargos porque el dinero sólo desapareció durante veinticuatro horas. Y tu padre simplemente dijo la verdad, y mantuvo que no sabía nada al respecto.

—¿Y tú?

—Yo me las arreglé solo. Di mi versión de los hechos y la mantuve hasta el final. Insistí en que no sabía nada de los cinco millones y medio que tu hermano se había llevado y no pudieron demostrar nada en contra mía.

Lali le tocó la comisura de los labios.

—¿Pero lo que tú hiciste estaba… mal?

Él guardó silencio un instante, le agarró la mano y besó sus dedos con fervor.

—Moralmente sí.

Lali no pudo contener las lágrimas.

—Entonces lo siento. Siento que hayas tenido que hacer algo malo por mí. Pero, gracias… —y en ese momento dijo lo que llevaba mucho tiempo queriendo decir—. Te quiero. Peter —susurró.

Sin decir una palabra, él continuó besándola en los dedos. Sonrió.

—Gratitud cariñosa de mi peor crítico —le dijo con ironía—. Casi lo merecía.

Aquello fue como recibir una palada en la cara. Lali intentó ponerse en pie, pero él se lo impidió.

—No… Olvida lo que he dicho. Todavía estoy un poco molesto por los interrogatorios, pero eso ha sido muy generoso de tu parte.

¿Acaso intentaba hacerla sentir mejor?

Ella en cambio no podía sentirse peor. Estaba hecha pedazos.

—Y yo también te quiero, bella mia —añadió de pronto—. Claro que sí. ¿Por qué si no arriesgaría mi reputación? Lo hago por la mujer que amo… Y ahora sólo te deseo a ti. Te necesito desesperadamente —dijo y apretó sus labios contra los de Lali en un beso delirante.

Por primera vez desde la boda hicieron el amor con calma y en silencio. Lali quedó llena de él, pero las lágrimas corrieron por sus mejillas.

Él se las secó con sus besos y la abrazó, sin decir absolutamente nada…

Cuando Lali despertó a la mañana siguiente, ya estaba sola. Un intenso dolor le agarrotaba las entrañas, pero no sabía que las cosas sólo podían empeorar. Aunque hubiera querido quedarse en la cama todo el día, con la cara hundida en la almohada y tapada hasta la cabeza, hizo un esfuerzo por levantarse. No quería enfrentarse a lo que el día le deparaba, pero Abriana estaba a punto de llegar y tenía que arreglarse un poco.



Había una nota para ella en la cocina, apoyada contra la tetera. Era de Peter.

Cena a las ocho. Reservaré en algún sitio especial. Ponte algo espectacular. Ti amo, Peter…

Lágrimas amargas le hicieron un nudo en la garganta. Ojalá no hubiera escrito aquello. Ojalá hubiera actuado como si aquellas palabras no hubieran salido de su boca la noche anterior. Sólo así habría podido olvidar lo estúpida que había sido y seguir adelante.

«Ti amo, Peter…»

Su demostración de afecto sólo indicaba una cosa: se sentía mal por la reacción que había tenido al oír su confesión y trataba de compensarla. El matrimonio debía continuar pasara lo que pasara, aunque fuera con palabras vacías.

Lali arrugó la nota y se abrazó. En ese momento empezó a sonar el teléfono del vestíbulo, pero ella no contestó hasta el sexto timbre.

—¿Sí?

—¿Lali? —dijo Peter sin rodeos—. ¿Por qué has contestado el teléfono? ¿Dónde está Abriana?

—No… está.

Hubo un silencio al otro lado de la línea.

—¿Te encuentras bien, cara? Lali apretó los labios.

—Peter, creo que voy a viajar a Inglaterra hoy. Quiero ver… a mi, mi padre y…

—Ni hablar —le dijo él con brusquedad y masculló un juramento—. ¿Qué demonios te pasa? ¿Por qué has elegido este momento en particular para hacerme esto?

—Pensé que…

—¡Bueno, no pienses! ¡Por Dio, nunca seré capaz de entender a las mujeres! Voy de camino al apartamento. No hagas nada hasta que yo llegue. ¡Ni siquiera deberíamos estar teniendo esta conversación! ¡Abriana debería estar ahí para contestar el maldito teléfono!

—¿Por qué vienes de camino? —le preguntó Lali, frunciendo el ceño.

Hubo otro silencio incómodo.

—Te lo diré cuando llegue. Hay un cambio de planes. Nos vamos a la casa del lago Como. ¡Mientras tanto haz la maleta para tu estancia allí en lugar de hacerla para dejarme!

La conexión se cortó de repente. Lali se quedó mirando el aparato con gesto perplejo. Él nunca se ponía tan furioso, no hasta ese punto.

En ese instante llamaron a la puerta. Lali dejó el teléfono y fue a abrirle la puerta a Abriana.

Sin embargo, la persona que vio al otro lado del umbral, enlutada y siniestra, no se parecía en nada a la asistente personal.

—¡Bianca!
Continuara........

14 comentarios:

  1. Me encanto cuando peter le dijo a lali : si vuelves a beber ron con otro k no sea yo te mato. Mas nove!!

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  2. AAAAAA jajajja oye sabes que acabo de caer en cuenta que el si quiere herederos jajaja medio colgada yo pensando en lo del embarazo, ella esta loca porque no puede aceptar que lo que se dijeron era de verdad HAY QUE AMOR, bueno ahora me intriga saber donde esta Abriana y que va a pasar con Bianca solo espero que no se separen

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  3. MAS ME ENCANTA ESTA NOVELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
    LA ELIGISTE MUY BIEN!!!!

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  4. massssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss

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  5. noveeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

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  6. sube otro por fa no nos dejes asi

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  7. Me desespera Peter,x su comportamiento tan obtuso ,cuando está enfrascado en los negocios, y trata mal a Lali.Nunca le da explicaciones,siempre las alude magistralmente ,eso si k se le da bien.

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  8. UF!Q BUEN CAP!PASO DE TODO!

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  9. Le paso algo al hno de lali?? Me encanta más!

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